miércoles, 25 de marzo de 2009

"Desmemoria de esperanza" en la Escuela Media n° 2 de Bragado


El fotógrafo Xavier Kriscautzky mostró su audiovisual “Desmemoria de La Esperanza” a mis alumnos de la Escuela Media n°2, en una serie de actos destinados a conmemorar el Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia. Este trabajo contrapone imágenes de un ingenio de Jujuy, La Esperanza, tomadas en 1906 a aborígenes que trabajaban en él y que Kriscautzky encontró en el archivo del Museo de Ciencias Naturales de La Plata con las que él mismo sacó cien años después, en 2006 en las que se ve la misma situación de pobreza y exclusión.
El trabajo de Kriscautzky está plasmado en un libro que publicó el Ministerio de Educación de la Nación y en un audiovisual que permite ejercitar la memoria. Estas fotos nos hablan de cómo miraban los científicos de principios del siglo XX a los pueblos originarios, con total impudicia y racismo, y nos hace reflexionar sobre constantes ideológicas que vienen de vieja data en nuestro país, nos posibilita destejer el nudo entre liberalismo y militarismo en Argentina que llevó a la represión de todo aquel que se considerara un “otro”. Si como dice David Viñas en su libro “Indios, ejército y frontera” los indios fueron los desaparecidos de 1879, época de la campaña del desierto, vemos cómo la historia Argentina se configura en un doble genocidio: el de los indios en la campaña militar al desierto y el de los desaparecidos de la última dictadura militar.
Dice Kriscautzky con respecto a las fotos halladas en el Museo de La Plata: “Hay muchísimos desnudos. El científico que hacía desnudar a los indios en la fotografía no lo hacía por una necesidad de la antropometría, que se basaba en estudiar las medidas del cráneo y rasgos faciales. Lo hacía para hacer su trabajo más atractivo a la vista al espectador. O sea que los desnudaba sólo por el hecho de generar un marco erótico en las imágenes, cuando al mismo tiempo en Europa se había prohibido la venta de fotografía pornográfica”.
El documental puede verse en: http://www.xavierkriscautzky.com.ar/paginahtml.html

lunes, 16 de marzo de 2009

Los escritores y las nuevas tecnologías


¿En qué medida la informática ha modificado este oficio? Hoy el escritor no sólo puede difundir su obra a través del libro, sino que puede hacerlo en un sin número de páginas web, revistas electrónicas dedicadas a la literatura, en sus propios blogs a los que puede acceder gratuitamente y, además puede informarse sobre concursos en los que probar suerte o acceder a talleres literarios a través de Internet.
Desde la aparición de las nuevas tecnologías de la información han surgido nuevos géneros literarios: las novelas basadas en los blogs o blogonovelas, los textos híbridos a los que se ha dado en llamar blooker –blog más book, a los que se les incorpora imágenes- y se ha vuelto más ágil la manera de comunicar la literatura existente con anterioridad a la era electrónica.
Pero, ¿es que antes de la digitalización de los textos el escritor no echaba mano a la tecnología?
Walter Ong en su libro Oralidad y escritura sostiene que la escritura (y especialmente la escritura alfabética) constituye una tecnología que necesita herramientas y otro equipo: estilos, pinceles o plumas, superficies cuidadosamente preparadas, como el papel, pieles de animales, tablas de madera; así como tintas o pinturas, y mucho más.
Si consideramos las tres tecnologías: la escritura, la imprenta y las computadoras, la escritura es la más radical porque inició lo que la imprenta y las computadoras continúan: la reducción del sonido dinámico que es la oralidad al espacio inmóvil de la página.
Lo que sucede es que hemos interiorizado tan profundamente a la escritura que nos cuesta concebirla como una tecnología.
Muchos escritores han reflexionado acerca de los medios utilizados para escribir sus obras.
Octavio Paz sostuvo que “Un novelista necesita su máquina de escribir, pero se puede escribir en cualquier momento, en cualquier parte. A veces compongo mentalmente un poema en el ómnibus o caminando por la calle.”
Gabriel García Márquez por su parte, define de esta manera su relación con la tecnología: “Todos los días hago una copia en papel de lo que escribo en la computadora. Yo no creo mucho en estos aparatos...¡Es que lo que está ahí escrito no existe, es completamente imaginario! Y yo, hasta que no lo veo en una hoja, no lo creo. A la noche me pongo a leer en la cama lo que hice y ahí empiezo a corregir...”
Para el escritor norteamericano Paul Auster sus herramientas son bastante alejadas de los ordenadores: Casi siempre escribo una página por día -no necesariamente buena- y siempre en los cuadernos Clairfontan, de gran formato que me envían desde Francia. No lo hago por fetichismo sino porque me encanta el pequeño cuadriculado de las hojas: son como cajitas que contienen las letras.”
Los cierto es que, a partir del uso de ordenadores, el escritor puede escribir sus obras de manera más relajada. Pensemos lo que sucedía en tiempos de la máquina de escribir. Había que hacer copias y copias y siempre se estaba sujeto a errores y a la necesidad de hacer nuevas correcciones o abollar la hoja y comenzar nuevamente. Invalorable es el auxilio de correctores ortográficos, diccionarios en línea y buscadores de información.
Con el ordenador se puede intercambiar frases sin tener que volverlas a escribir, se puede cambiar el orden de los capítulos si se escribe una novela, o ir viendo las variaciones de un poema desde el inicio de su creación con solo copiarlo y corregirlo todas las veces que requiera su construcción.
La transferencia de un texto a un soporte electrónico lo hace flexible y maleable, cosa que no sucede con el texto impreso, atrapado por su misma mate­rialidad. Del texto electrónico se pueden extraer palabras, nociones, índices de frecuencia; se pueden aproximar palabras o lugares que contengan analogías o afinidades, y construir, en suma, un texto nuevo cuyo autor sería el lector. Esto es lo que algunos han llamado "escrilectura" o "lectura interactiva". Pero, como bien dice Umberto Eco, “El ordenador no es una máquina inteligente que ayuda a gente estúpida, de hecho, es una estúpida máquina que funciona sólo en manos de gente inteligente.”

sábado, 7 de marzo de 2009

Los cuentos de Calleja


Cuando yo era chica jugaba con Ofelia a la muñeca. Pero mis pasos no se encaminaban a su casa por el afán de hacer biberones de agua o armar las camitas para nuestras muñecas de plástico en un galponcito que se convertía, en nuestra imaginación, en una casa hermosa o en un palacio de brillantes y estiradas torres. Mi interés por la casa de Ofelia estaba en una caja de zapatos guardada en un armario de la sala. A veces, cuando llovía, Ofelia accedía a sacarla y ahí estaba mi deseo, mi pasión: una colección infinita de pequeños libros de cuentos, los Cuentos de Calleja.
Eran publicaciones de bolsillo profusamente ilustradas que me sumergían en un mundo fantástico del que no quería volver y, quizá por eso, a Ofelia no le gustaba mucho despertar esa caja de maravillas, porque a mi después de que los tenía en mis manos las muñecas no me importaban nada.
No hace mucho le pregunté a Ofelia por esos libros. Ahora somos dos señoras grandes que trabajamos en la misma escuela. La casa de su infancia está vacía, sus padres murieron y tal vez esos libros sigan estando en la misma caja como hace cuarenta años atrás. Pero Ofelia me ha dicho que no tiene tiempo de buscarlos y que quizá ya se hayan perdido.
No importa, en mi imaginación vuelven esas páginas maravillosas, y puedo pasar mentalmente las páginas recuperando a la niña que fui.
Saturnino Calleja, el creador de ese magnífico emprendimiento cultural, nació en Burgos en 1853 y revolucionó el mundo editorial de su tiempo destinando a los niños ediciones baratas y bellamente ilustradas. Fundó periódicos destinados a los maestros y defendió sus derechos en una época en que esa profesión estaba por demás devaluada. De ahí viene la frase “pasar más hambre que un maestro de escuela” Publicó además textos clásicos, varias ediciones del Quijote, la versión completa de Platero y yo y varios diccionarios. También creó la Asociación Nacional del Magisterio Español y organizó la Asamblea Nacional de Maestros. Con todo ello se convirtió en el líder indiscutible de los Maestro españoles.
Calleja será para mí, para siempre, ese tesoro deseado en las tardes lluviosas del verano, cuando Ofelia me permitía abrir la caja donde todos los héroes y todos los villanos, todas las hadas, príncipes y princesas me estaban esperando. Yo largaba las muñecas, que eran tan aburridas, y me iba por esos caminos de papel hasta que Ofelia me traía de vuelta de una oreja.