martes, 29 de marzo de 2011

Adelina Dematti de Alaye y Julio Cortázar


A raíz de la visita de Adelina de Alaye, fundadora de la organización Madres de Plaza de Mayo,a Bragado para participar de los actos conmemorativos del Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, los hilos de la memoria conectaron a la militante de derechos humanos y al genial escritor de cuentos fantásticos




¿Te gusta leer a Cortázar?, me pregunta Adelina Dematti de Alaye cuando se sienta en la mesa de mi casa y mira una foto con imán pegado a la heladera. En ella se reproduce al escritor argentino con su eterno cigarrillo colgado de la boca. Y entonces cuenta que fue alumna del escritor en la Escuela Normal de Chivilcoy, a principios de los años cuarenta.


Continúa evocando sin interrupciones: “Todos me preguntan si era buen mozo y yo les digo que era horrible, tan alto y con la cabeza chiquita. Se paraba en la tarima del salón y, desde allí, hablaba y hablaba. Y entonces se volvía fascinante. Nadie quería que tocara el timbre del recreo y se rompiera la magia.”


“Era muy serio. A veces lo encontraba en el cine los domingos y, al otro día, me pedía la lección”, dice esta Madre de Plaza de Mayo que ha venido a Bragado a participar de los actos por el día de la Memoria.


Cuando Julio Cortázar decidió dejar Chivilcoy para dictar Literatura en la Universidad de Cuyo, todas las alumnas, incluida Adelina, fueron a despedirlo.

Muchos años después, Adelina volvió a hablar con su antiguo maestro. Fue en el año 1979, en París, después de la desaparición de su hijo Carlos Esteban, cuando ya había iniciado la larga lucha para que se conociera la verdad y se hiciera justicia. Levantó el teléfono y se dio a conocer:


-Fui tu alumna en Chivilcoy- le recordó- pero ahora soy Madre de Plaza de Mayo. Cortázar, que fue un intelectual comprometido con la lucha por los derechos humanos, un escritor que asumió desde el exilio un compromiso político, concertó inmediatamente una cita en su casa de la rue Martel. Adelina recuerda la foto tomada en esa ocasión con el escritor y su esposa Carol Dunlop.


Tres años después, Cortázar escribió un artículo en La República de París que tituló: “Nuevo elogio a la locura”. En él comentaba al calificativo de “locas” con que la dictadura se refería a las madres y sostenía: “Estúpidos como corresponde a su fauna y a sus tendencias, no se dieron cuenta (los dictadores) de que echaban a volar una inmensa bandada de palomas que habría de cubrir los cielos del mundo con su mensaje de angustiada verdad, con su mensaje que cada día es más escuchado y más comprendido por las mujeres y los hombres libres de todos los pueblos.”


Adelina Dematti de Alaye nació en Chivilcoy en 1928, cursó sus estudios en esa ciudad y se recibió de maestra de jardín de infantes. Ejerció la docencia en numerosos lugares de la provincia de Buenos Aires y las circunstancias la llevaron a ser una madre que, buscando a su hijo desaparecido, se convirtió en una militante social. Es fundadora de la organización Madres de Plaza de Mayo, y su militancia por la búsqueda de justicia le ha dado una identidad. De esa manera se presenta, así lo hizo aquella vez ante Julio Cortázar, en tiempos terribles para el país cuando las madres buscaban apoyo internacional.


A partir de ese 5 de mayo de 1977 en que su hijo Carlos Esteban fue secuestrado en Ensenada por personal civil que luego se comprobó pertenecía a la Marina, Adelina inició su búsqueda. De esa manera conoció a otras personas que también buscaban a sus familiares desaparecidos. De ese grupo surgiría la organización Madres de Plaza de Mayo de la Ciudad de La Plata. Varias organizaciones vinculadas a los derechos humanos la cuentan entre sus miembros: Madres de Plaza de Mayo, Madres de Plaza de Mayo de la Plata, Comisión Provincial por la Memoria, Asamblea Permanente por los Derechos Humanos La Plata.


La búsqueda de su hijo la llevó a formar un archivo que incluye documentos acumulados durante 30 años. Un valioso acervo que da cuenta de su búsqueda personal, de la formación de las organizaciones dedicadas a los derechos humanos y de la desaparición de personas. Documentos de incalculable valor histórico, donados al Archivo Histórico de La Plata.


A principios de los años cuarenta, un profesor que todavía no era el escritor de fama internacional, que aún no era el autor de Rayuela, ni el inventor de Cronopios, enseñaba Historia a un grupo de adolescentes en un pueblo de la provincia de Buenos Aires. Entre ellas, estaba Adelina que todavía ni imaginaba que iba a convertirse en Madre de Plaza de Mayo y sería un ejemplo de lucha para las generaciones venideras. Vidas conectadas por misteriosos hilos.


En un mediodía de marzo de 2011, en Bragado, esta madre evoca al escritor que, en 1981 pronuncia un discurso en el coloquio de París, en el Senado de la República francesa y que titula “Negación del olvido”, y dice en el párrafo final: “Hay que mantener en un obstinado presente, con toda su sangre y su ignominia, algo que ya se está queriendo hacer entrar en el cómodo país del olvido; hay que seguir considerando como vivos a los que acaso ya no lo están pero que tenemos la obligación de reclamar, uno por uno, hasta que la respuesta muestre finalmente la verdad que hoy se pretende escamotear. Por eso este coloquio, y todo lo que podamos hacer en el plano nacional e internacional, tiene un sentido que va mucho más allá de su finalidad inmediata: el ejemplo admirable de las Madres de Plaza de Mayo está ahí como algo que se llama dignidad, se llama libertad, y sobre todo se llama futuro”.


Para eso ha venido Adelina a Bragado, para mantener en un obstinado presente, la memoria de los que dejaron su vida luchando por un mundo mejor.

lunes, 7 de marzo de 2011

Algunas lecturas del verano


La nieta del señor Linh, de Philipe Claudel

Hermosa fábula sobre la soledad, el desarraigo, la amistad y la indefensión de las personas cuando son obligadas a dejar su tierra.
Esta es la historia de una amistad entre dos seres solitarios. El señor Linh, un anciano que ha vivido en el pequeño microcosmos de su aldea y ha perdido a su familia en la guerra, llega a un país extraño como refugiado, del que desconoce su idioma y sus costumbres. Cargando a su nieta, se aferra a ella para sobrevivir. El señor Bark es un hombre solitario que ha perdido a su mujer y fuma su soledad sentado en un banco frente al parque de diversiones donde ha trabajado. Estas dos soledades se encuentran y, aunque ninguno entiende la lengua del otro, se crea entre ambos un lazo de amistad y respeto.
Una pequeña obra de arte llena de ternura con un final sorprendente.



Novecento de Alessandro Baricco, La leyenda del pianista en el océano, otro pequeño gran libro. Es la historia de un niño de pocos días que aparece sobre el piano de cola del salón de baile del transatlántico Virginian, que hace la ruta entre Europa y América. El maquinista del barco, Dany Boodman se hace cargo de él, lo bautiza como T. D. Lemon Novencento. El niño crecerá en el barco, se convertirá en el pianista más fabuloso de todos los tiempos. Un texto poético, escrito como un monólogo teatral que también fue llevado al cine.



El tiempo entre costuras, María Dueñas

Es un novelón de casi 600 páginas, pero de esos novelones que no nos dejan hasta acabarlo. Cuenta la historia de una costurera en los agitados años de la Guerra Civil española y los años posteriores.
Es de esas novelas que crean un mundo tan amueblado que es difícil salir de él. Tetuán, Tánger y el Madrid de posguerra están descriptos con precisión y frescura.
Hay personajes ficticios muy interesantes, como el de Candelaria. Y es una novela de aventuras con todos los condimentos. Por momentos la autora se excede en la cantidad de datos históricos que el personaje- narrador de la modista no puede conocer. A Dueñas le jugó en contra la historiadora. Pero es una placentera lectura de verano.

Adiós Hemingway, de Leonardo Padura.
Leonardo Padura es un escritor cubano que ha escrito una saga policial cuyo detective es el ex policía Mario Conde. En esta novela la historia se dispara a partir del hallazgo de un cadáver enterrado bajo un árbol abatido por un vendaval en Finca Vigía, la casa de Hemingway en Cuba, cuarenta años después de su muerte.
La historia transcurre en dos planos. El de la investigación que hace conde para descubrir quién es el muerto y qué relación ha tenido con el escritor y en los últimos días que pasa Hemingway en Cuba, en 1958, antes de partir definitivamente. Impagable la construcción del personaje de Hemingway, envejecido y final.