miércoles, 24 de diciembre de 2008

La Navidad de los personajes de ficción


¿Cómo pasarán la Navidad los personajes de ficción? Don Quijote comerá algo más que el carnero de olla y el salpicón de las noches, en un pequeño banquete organizado por el ama y la sobrina al que asistirán el cura y el Barbero. Sancho tal vez tenga algo más que un pan duro para comer con su mujer.
Alicia compartirá la mesa con la liebre de Marzo, el Sombrero loco y el Lirón, a la que se sumará la Reina de Corazones precedida por el Lacayo Pez y el gato de Cheshire que aparecerá y desaparecerá sonriente al dar las doce.
¿Y Emma Bovary? Mandará mensajes de felicidad a sus amantes, León y Rodolphe, y encargará un vestido a Lhereux endeudándose más?
¿Cómo será la navidad del Principito en medio del Sahara? ¿Añorará a su planeta B615 mientras conversa con el aviador?
¿El capitán Ahab fhará por fin con la ballena blanca una tregua y Bartleby dirá por una vez que esa noche sí, prefería hacerlo?
¿La Maga y Oliveira se encontrarán en una callecita de París para brindar y los Buendía dejarán de sufrir la soledad entre los fuegos artificiales de Macondo?
¿Qué hacen en Navidad los personajes de los libros de la biblioteca, cuando llegan las doce y la luz de las velas alumbran los lomos abandonados entre la algarabía de los festejos?
Ojalá que los personajes de todos los libros que he leído iluminen el camino para que los ausentes vuelvan a casa.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

El pueblo saharaui en una novela de Luis Leante


VIENTOS DE LIBERTAD
Vientos de libertad emprenden
su intrépida marchaen éstos saharuis caminos
donde traidores y agresores
sembraron exterminio
fúnebres miradas,
tueras donde flores
y espectros de agonía.
Se oyeron estruendos,
gemidos de dolor,
duerme el día
en garras de hiena,
el cielo llueve acero
y mi jaima es un torbellino
de asustados rostros
que huyeron de la tierra,
que vuelven a la patria,
mientras el viento de la libertad
lame los confines.

Este es un poema de Luali Lehsan, un poeta que habla de la resistencia de su pueblo -el saharaui- del que muchos de sus miembros viven exiliados en los campamentos de refugiados en las arenas de Tinduf, en Argelia. Otros habitan partes del Sahara ocupado por Marruecos o dispersos por el mundo.
Los saharauis formaron desde 1975 la República Árabe Saharaui Democrática y se encuentran divididos en asentamientos, las wilayas, donde viven una vida de espera hasta que puedan regresar a su tierra. Viven en esa región –una de las más inhóspitas del planeta- desde hace 30 años y han logrado construir una sociedad organizada en el desierto.
El pueblo saharaui es uno de los temas de la novela de Luis Leante, “Mira si yo te querré”, ganadora del Premio Alfaguara de 2007.
Si la literatura es por encima de todo esparcimiento, esta novela lo logra, su trama, que recurre a la analepsis permanentemente, cuenta una historia de amor entre una médica española, Montse, y Santiago San Román, un muchacho de clase humilde que ingresa en el servicio militar como legionario en el Sahara. La novela comienza en 1975 cuando muere Franco y los españoles se retiran de sus colonias en África, los marroquíes invaden el territorio y los saharuis tienen que retirarse a Tinduf en Argelia donde el frente Polisario de Liberación sienta sus bases. Pero en ella se van alterando el tiempo presente a partir de la búsqueda que inicia Montse treinta años después para cerrar una historia que había quedado inconclusa en su adolescencia, con ese pasado en que la vida los separó.
No sólo es una novela llena de acción, persecuciones, raptos, solidaridad, acciones heroicas. Es además, una novela que habla de un pueblo sufriente que espera recuperar sus tierras. Leante hace una pintura de personajes creíbles y conmovedores que obliga al lector a interesarse por un grupo humano que resiste pacíficamente y que no sólo espera volver a su tierra, sino también la solidaridad y comprensión del mundo.
Para conocer sobre el pueblo saharaui, ver el documental “Un grito desde el Sahara” sobre el Sahara Occidental

lunes, 15 de diciembre de 2008

Como aprendió a leer mi abuela

Mi abuela era una sevillana que llegó a la Argentina en 1910. Su padre era el maestro de la aldea, una minúscula población de campesinos que cuidaban cabras en la montaña. Iniciaba en las primeras letras y en las operaciones matemáticas fundamentales sólo a los varones con la absoluta convicción de que las mujeres servían únicamente para criar hijos, hacer la comida y cargar la leña para mantener encendido el fuego. A mi abuela, no obstante, le inquietaban las palabras y quiso desesperadamente aprender a leer. Las clases se dictaban en el granero, al atardecer, cuando los hombres regresaban de sus tareas en la montaña. Mi abuela se escondía detrás de la puerta y atisbaba las clases mirando las letras que el padre escribía con carbón sobre un pizarrón improvisado.
Recreemos la escena. Afuera caía la nieve o se deslizaba la lluvia por el techo del cobertizo, pero en el interior, más allá del sudor de esos hombres que todavía apestaban a cabras y a leche recién ordeñada, las palabras que se iban formando sugerían formas, texturas, objetos que se podían pensar sin estar presentes. Y si se juntaban esas palabras sueltas que los hombres dibujaban sobre pequeñas tablas, podían armarse infinitas historias. La abuela debe haber descubierto, a los diez años, que todo el mundo estaba encerrado en el lenguaje y que las cosas existían cuando podían ser nombradas.
Así, en esas clases que ella espiaba, desde las rendijas de la puerta o los agujeros del granero, mi abuela se iniciaba en el trabajo del lenguaje. Dice Barthes “Leer es encontrar sentidos, y encontrar sentidos es designarlos, pero estos sentidos designados son llevados hacia otros nombres; los nombres se llaman, se reúnen y su agrupación exige ser designados de nuevo: designo, nombre, renombro: así pasa el texto: es una nominación en devenir, una aproximación incansable, un trabajo metonímico.” [1]
Pero, sin saberlo, mi abuela, en el granero, además de encontrar un resquicio en la amurallada autoridad paterna, una brecha en el mandato masculino de permanecer analfabeta, también se sometía al servilismo de la lengua. Porque si, como - dice Barthes- no puede haber libertad sino fuera del lenguaje porque este no tiene exterior, es una puerta cerrada, ella, en esas palabras aprendidas, no hacía más que arrastrar los significados estereotipados del signo que siempre es repetición. Es decir, lengua al servicio del poder. Aunque, para el semiólogo francés, es la literatura la trampa que le hacemos al lenguaje. El poder liberador de la literatura radica, precisamente en el trabajo que ésta hace sobre la lengua.
Y entonces mi abuela aprendió a leer, y con ese mínimo saber se vino a América. A lo largo de su vida leyó un único libro, un texto de oraciones que repasaba ya casi de memoria, y que según ella, contenía las únicas palabras que le interesaban, las que repetía cuando ya era una anciana perdida en recuerdos de la lejana aldea, sentada en una silla de paja junto al brasero.
Leer, para mi abuela, fue el gran desafío al designio paterno, un gesto de rebeldía. Porque quien puede descifrar los signos puede empezar a comprender el mundo, puede apoderarse de un saber que libera de la esclavitud y de la ignorancia.

[1] Barthes, Roland: S/Z. Trad. de Nicolás Rosa. México, Siglo XXI, 1986.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Los exitosos Pells y el tema del doble

Los exitosos Pells retoma un tema transitado innumerables veces en la literatura. La telecomedia de Telefe cuenta la historia de una pareja de periodistas, matrimonio por conveniencia, el de Martín y Sol que padecen y disfrutan de la voracidad del medio televisivo. Pero la cuestión que quiero señalar es uno de los temas que plantea esta historia. Martín Pells, un inescrupuloso periodista homosexual queda en coma y es sustituido por Gonzalo, un bohemio actor heterosexual, pobre y lleno de nobles sentimientos.
Es el tema del doble, el doppelgänger (palabra alemana aplicada al doble fantasmagórico de una persona viva). El doble posee una personalidad opuesta a la de la persona real o a la que usurpa su lugar. Si uno es bueno, su doble será malvado. Y viceversa.
El doble puede darse de maneras distintas. El desdoblamiento, en el que caben dos posibilidades: que las dos encarnaciones de un mismo individuo se excluyan mutuamente, con lo que queda descartada cualquier posible interacción entre ellas (como ocurre en el caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde en la novela de Stevenson) o que ambas coexistan en un espacio y un tiempo, siendo posible entonces la interacción, incluso verbal, entre ellas. Este último es el caso de El doble, de Dostoïevski, y del cuento de Poe, William Wilson, en donde dos individuos iguales no sólo confluyen en un mismo marco espacio-temporal, sino que establecen una relación.
Otra variante es la de los hermanos gemelos, separados al nacer, idénticos en su aspecto pero opuestos en su accionar que representan, físicamente, el miedo más ancestral que se esconde en nuestra mente desde que nacemos hasta que morimos: el miedo a nosotros mismos. Además, sin ser necesariamente gemelos, basta recordar casos como Anfión y Zeto, Rómulo y Remo y por supuesto, Caín y Abel. La literatura se hermana con la historia en esa dramática búsqueda de la propia identidad.
El tema de los gemelos es tan antiguo como la propia humanidad. Aparece ya en el Antiguo Testamento, en la modalidad de los gemelos enfrentados u opuestos (Esaú y Jacob). Los hermanos gemelos, juntos forman la persona humana. Viven y existen juntos, pero todavía no son la unidad. Es necesario «unirlos» para formar la totalidad. Aunque juntos, observamos en estos hermanos niños los dos lados de la naturaleza humana: el uno es agresivo y el otro dulce, el uno es el extrovertido y el otro el introvertido.
En Príncipe y mendigo de Mark Twain, novela que transcurre en Inglaterra, en el siglo XVI es la historia de dos niños que nacen el mismo día en dos partes diferentes de Londres: el mendigo Tom Canty y el futuro rey Eduardo VI. Son tan parecidos que, cuando se encuentran deciden jugar a cambiar sus identidades por unas horas.
Como mendigo, Eduardo descubre las necesidades de su pueblo y Tom que disfruta la vida acomodada del palacio se comporta como un soberano sensible y preocupado por las necesidades de su pueblo aunque se siente solo y prisionero de ese mundo de riquezas.
Otros textos que trabajan el tema del doble: E.T.A. Hoffmann: Los elixires del diablo Henry James: El rincón feliz, Italo Calvino: El vizconde demediado, José Saramago: El hombre duplicado, Mario Benedetti: "El otro yo", Julio Cortázar: "Lejana", "La noche boca arriba", "Axolotl", "El otro cielo" , "Las armas secretas", Jorge Luis Borges:"El inmortal", La muerte y la brújula, "Borges y yo" , "El otro"

lunes, 1 de diciembre de 2008

Zama y otras esperas literarias

Esperar. Quien espera tiene cierta fe en el futuro, pero en el tiempo que media entre el deseo de algo y su consecución la vida pasa. A veces la espera es un tiempo impreciso y extenuante que sólo tiene como fin la muerte. Relatos sobre la espera: Zama de Antonio Di Benedetto. Dice Diego de Zama sobre el final de esta novela magistral: “Me pregunté, no por qué vivía, sino por qué había vivido. Supuse que por la espera y quise saber si aún esperaba algo. Me pareció que sí. Siempre se espera algo más.”
La historia transcurre en el siglo XVIII y narra la vida frustrada del asesor letrado de un gobernador del virreinato del Río de La Plata que espera ser trasladado a un destino mejor, Buenos Aires o Santiago de Chile. Dividida en tres partes: 1790, 1794 y 1799, narra los padecimientos de Diego de Zama, un funcionario colonial que sufre un interminable exilio en Asunción del Paraguay. Recuerda a Marta, su mujer, que ha quedado en su anterior destino, pero también padece los apremios de la carne, el hambre, la paga que debe enviarle el rey y que no llega, las dilaciones amorosas de una mujer casada, las continuas degradaciones morales, la soledad y las bajezas que lo sumen en el fracaso. No es una novela histórica sino, como lo señala Juan José Saer, es un soliloquio lírico sobre la soledad, el desgaste existencial y el fracaso.
Por si no queda claro, la novela está dedicada “A las víctimas de la espera”
Enfermo de espera, Diego de Zama está emparentado con Giovanni Drogo, el protagonista de El desierto de los tártaros de Dino Buzzati. Como Zama, Drogo, destinado a la Fortaleza Bastiani, ubicada en el confín del reino, eternamente amenazada por la invasión de los tártaros, deseoso de gloria y de batallas, espera durante toda su vida la invasión que no llega. Siente, al final, que se la ha ido la vida en ese aguardar inútilmentel.
La misma espera que encontramos en Ante la ley de Kafka. Un campesino espera en la puerta de la Ley que el guardián lo deje pasar y así agota su vida hasta que, a punto de morir, descubre que esa puerta sólo estaba abierta para él. Para Kafka la espera es la condición esencial del ser humano.
Zama, novela publicada en 1956, habla de esa espera infinita que Antonio Di Benedetto escribió, según sus propias palabras “para representar la sensación de nada y de vacío”.