jueves, 1 de octubre de 2009

Bartleby contado por una alumna


Leimos con mis alumnos de Polimodal de la Escuela Media 2 de Bragado el maravilloso texto de Melville, Bartleby, el escribiente. El relato está contado desde el abogado dueño de un estudio en Wall Street que contrata a un singular escribiente que sólo dice :"Preferiría no hacerlo", cuando se le pide algo. Finalizada la lectura les di una consigna de escritura: contar la misma historia desde otro punto de vista. Micaela escribió este texto desde el punto de vista de Bartleby.


Yo estaba en la oficina trabajando como lo hacía normalmente. Tenía a mí alrededor un grupo de personas realizando una serie de actividades. Mientras hacía mi labor me gustaba comer galletas de jengibre. Mi jefe me había colocado en un rincón cerca de una ventana que no tenia vista alguna.
Recuerdo que me daba muchas órdenes, que yo prefería no hacerlas. Él se quedaba mirándome sin entender mi actitud.
En la oficina también había otros trabajadores. Turkey era inglés, bajo y obeso. Era el ser mas juicioso y diligente que he conocido.
Nippers era un muchacho de unos veinticinco años, cetrino, melenudo y algo pirático, que padecía una ambición enfermiza.
Ginger Nut, era un muchacho de doce años que coleccionaba cáscaras de nueces.
Los días pasaban y mi jefe me exigía cada vez más para que yo hiciera las cosas. Yo por el momento me mantenía tranquilo y le dirigía mi palabra serenamente.
Yo había estado varios años trabajando en la oficina de cartas muertas, en Washington, y fui despedido por un cambio en la administración, por lo cual había perdido mis esperanzas de conseguir un nuevo trabajo. Tan sólo soy un simple espíritu situado en el más remoto rincón de esta oficina.
Debo decir que el jefe fue amable conmigo, me consideraba un ser extraño y para nada peligroso. Creo que nunca se atrevió a pensar que yo no pertenecía a su mundo.
Recuerdo que Nippers se molestaba cada vez que yo me negaba a cumplir con mi trabajo. Tomaba una actitud violenta, a tal punto que me quería pegar.
La oficina, era como mi casa, permanecía día y noche dentro de ella, por lo cual el jefe cada vez estaba más desconcertado. Claro, porque aquellas personas acostumbraban a trabajar y luego irse a sus hogares, pero yo no. En realidad, ese ser que daba órdenes, el tal jefe, en mi no tenia dominio alguno.
Fue un día en que él se cansó y decidió mudarse a otra oficina. La policía me buscaba a mí pero yo no había hecho más que quedarme tranquilo en aquel sitio.
Me llevaron a la cárcel y me entristecí mucho ahí, yo quería quedarme en el mismo lugar de siempre.
Me ofrecían comida, pero yo la rechazaba. Igual tenía libertad de andar por el patio de la cárcel.
Fue así que decidí volver a morir. Recuerdo los ojos de lamento del jefe, él hizo bastante por mi.
Ahora he vuelto, estoy aquí en la oficina y pienso quedarme y no cumplir con ninguna actividad, sólo comer galletas de jengibre y mirar por la ventana.

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