lunes, 8 de octubre de 2018

150 aniversario de la publicación de Mujercitas de Louisa May Alcott

Nota extraída de la página Premio Nacional y Latinoamericano de LIJ La Hormiguita viajera, Biblioteca Virrey del Pino, La Matanza.

Todas fuimos Jo
por María Cristina Alonso
Las lecturas de infancia nos marcan a fuego, quedan en el recuerdo de forma fragmentaria, como barcos encallados que van perdiendo su aspecto pero que siguen evocando su destino viajero. A 150 años de la primera publicación de Mujercitas de Louisa May Alcott, varias lectoras adultas son convocadas para recuperar lo que quedó en su imaginario de ese libro de chicas que marcó la infancia de muchas.

Louisa May Alcott, (1832-1888) una escritora norteamericana que  vivió en Concord, Massachusetts, cuando ya era una autora consolidada, recibió la propuesta de su editor de escribir un “libro para chicas”. Y, aunque se resistió en un primer momento, porque
nunca le habían caído bien las muchachas ni había conocido a muchas, salvo a sus hermanas, se puso manos a la obra y así escribió Mujercitas, publicada en 1868, que se convirtió rápidamente en un best sellers leído más tarde, por varias generaciones. Partió de la idea de acompañar a las mujeres de la familia March a lo largo de un año mientras el padre estaba en la Guerra de Secesión. Y, como Alcott consideraba que el estímulo económico era la mejor motivación para escribir profesionalmente, su novela Mujercitas tuvo una segunda parte que se convirtió a su vez en éxito explosivo.
A Mujercitas le siguieron continuaciones: Little Men (Hombrecitos) y Jo's Boys (Los muchachos de Jo), en las que se muestran a hijos, sobrinos y alumnos de las hijas de los March armando sus propias vidas.
Robert Louis Stevenson  sostenía  que  un  buen  relato “debía  comunicar  una  anécdota,  un  incidente  que  actuara  sobre  la  imaginación  y  sobreviviera  más  claramente  en  la  memoria  que  los  ínfimos  detalles  de  la  novela  pretendidamente  social”. Hay una escena de Mujercitas, que se reitera cuando les pido a mis amigas –mujeres todas entre cincuenta y setenta años- que traten de recordar la lectura infantil de la novela  para escribir esta nota con la excusa de que se cumplieron 150 años de su publicación en septiembre de 1868.  La escena memorable, como Robinsón  Crusoe  retrocediendo  ante  la  huella  y  Ulises  doblando  el  arco, es ese momento en que Jo se saca la gorra y muestra su pelo corto. Ha vendido sus hermosas trenzas por 25 dólares para ayudar a Marmee que viaja a Washington a ver al padre enfermo. Ese gesto de automutilación para realizar un acto generoso ha quedado indeleble en el recuerdo de varias generaciones de lectoras.
Jo es, según señalan los críticos, el gran personaje femenino de la literatura norteamericana del siglo XIX, y su innovadora construcción ha quedado inalterable en el imaginario femenino porque asume la rebeldía que tantas mujeres quisieron y no pudieron expresar para sacudirse la opresión de la sociedad patriarcal.
En uno de sus recuerdos de la lectura, Adriana, una profesora de Ciencias Naturales, dice que, si la historia de Alcott estuviera ambientada en esta época, las mujercitas  llevarían el pañuelo verde y estarían a la cabeza reivindicando derechos.
En los mails y  audios de whatssap, mis amigas responden entusiasmadas a mi requerimiento. El título de la novela más leída por las chicas de varias generaciones atrás es un talismán, un pasaje, un boleto de regreso a esa patria, a esa tierra incógnita que es la infancia.
Lectoras con distintas profesiones y recorridos vitales me cuentan recuerdos fragmentados de una novela que les quedó grabada en forma indeleble. Para muchas, la evocación del libro viene unida al adulto que lo regaló. “Mi tía Chicha, una maestra frustrada, nos regalaba libros muy a menudo. Mujercitas vino de su mano, cuenta Marta, que pasó su infancia en un pequeño pueblito lechero. Y Marita, que hizo la primaria en una escuela rural, evoca al maestro de séptimo grado, un comunista deseoso de que todos los chicos estudiaran,  que le regaló un ejemplar de Mujercitas a fin de año, dándole de leer, así, la primera novela de buena literatura que superó las manoseadas  historietas y novelitas rosa.
Las muchachas March eran mujeres que se animaban a todo, “mujeres que trataban de salir por sus propios medios adelante”, define María Elena, una profesora de historia y voraz lectora que admira a esa comunidad femenina autosuficiente en que se convierte el hogar de los March, con el padre en la guerra. Lasque han tenido hermanas sostienen que jugaban a identificarse con los personajes que inventó Alcott en la segunda mitad del siglo XIX. “Con los trapos nos armábamos esos trajes largos que las vestían a las hermanas March, en las tapas duras de aquella edición amarilla cuyo nombre no recuerdo.  Y entonces, yo me convertía en Meg (que era la más responsable y fina y elegante, como yo aspiraba ser) y mi hermana, en Jo (tan machona y mal hablada como el personaje). Y así pasábamos toda la tarde reproduciendo las escenas que más nos habían gustado”, recuerda Marta, arrancando ese recuerdo de una infancia pasada en un pueblo rural en los años cuarenta.
Capítulo aparte merece el personaje más nombrado por todas las lectoras que evocan esta novela. Y es Jo, que con su masculinidad expresa: silba, se sienta como un muchacho, habla desmañadamente, no le preocupan los vestidos y dice sin ruborizarse: “Ya me parece bastante malo ser una chica cuando lo que me gusta son los juegos, los trabajos y la forma de comportarse de los muchachos” (Mujercitas, El juego de los peregrinos, Primera parte).
Es que Jo, como su autora, armó su vida con la tensión entre la obligación femenina de formar un hogar, atender a padres e hijos y la libertad creadora.“Si tengo que mencionar un hecho de Mujercitas es cuando se encierra a escribir y cuando logra la primera publicación”, me mensajea Silvia, una autora de novelas históricas, confirmando que muchas de las escritoras de su generación son hijas de esa Jo que se ponía ropa especial, se calzaba un gorro rojo con una pluma para encerrarse en la buhardilla a escribir, comer manzanas y hablar con un ratón.
Me identificaba plenamente con Jo March y detestaba a Amy por vanidosa y superficial –escribe Norma, una amiga de Facebook que vive en La Plata- Jo era independiente, imaginativa, tomaba decisiones, como cuando vendió su pelo para que su madre llevara dinero en el viaje al hospital de campaña en donde estaba el padre. Resumiendo, adoraba ese libro y me frustré mucho con el matrimonio de Laurie con Amy ¡Qué injusticia!
Leí Mujercitas durante mi infancia. El libro pertenecía a la colección Billiken tapas rojas y duras, tamaño ideal. Escasas ilustraciones, para ver más imágenes releía cada tanto una versión resumida de Mujercitas pero en un libro grande de tapas duras con más ilustraciones que textos que tenía mi prima. Inmediatamente me identifiqué con Jo, era la rebelde, la machona, poco femenina, no se callaba nada, era la distinta en su época”, dice Silvia, una profesora de arte y fan del Club Atlético de Lanús.
Y no sólo Jo aparece reiteradamente en la memoria de estas lectoras puestas a evocar un libro fundacional. También el objeto libro es mencionado una y otra vez: “Mujercitas fue mis siestas de verano, leído en la colección Billiken que comprábamos con esforzados ahorros”, evoca Graciela desde la orilla del río Paraná, en una ciudad entrerriana. La misma edición que recupera la lanusense Silvia. Tal vez la misma de ese libro llave que un maestro comunista le regaló a Marita frente a la tranquera de la escuela.
He leído muchas notas sobre Mujercitas escritas para este aniversario. Pero he querido hacer el experimento de releer la novela con la paciencia de la primera vez. Para mi sorpresa, la prosa de Alcott en la traducción de Gloria Méndez sigue siendo fresca e invita a continuar con su lectura. Claro que esta versión, tomada de la original publicada el 1 de octubre de 1868, no fue la que leímos en la infancia sino la de 1880. La propia Louisa Alcott permitió que apareciera con varios cambios textuales, y la prosa vigorosa fuera reemplazada por una más trivial y propia de una dama, simplificando  las alusiones literarias para que llegaran a un público más amplio.
Y mientras avanzaba por las más de quinientas páginas, trataba de acordarme cómo fue esa primera lectura, dado que, como me lo cuentan mis amigas, por aquel entonces vivíamos lo que leíamos.A la hora de la siesta-me cuenta Marta-, mi hermana –la segunda- y yo, aprovechando que los demás dormían, sacábamos colchas y telas de la habitación y las llevábamos al galpón. Allí espantábamos a las gallinas, apretábamos las bolsas y el espacio se convertía rápidamente en el cuarto de las mujercitas.”
Mujercitas ha sido una lectura inspiradora. Hay un libro en el que creí ver reflejado mi futuro: Mujercitas, de Louisa May Alcott. Yo quería a toda costa  ser Jo, la intelectual. Compartía con ella el rechazo a las tareas domésticas y el amor por los libros. Jo escribía, y para imitarla empecé mis primeros cuentos cortos”, escribe Simone de Beauvoir en Memorias de una joven formal, su autobiografía.
Leída por feministas que vieron en la historia la tensión entre la obligación femenina y a creación artística, lo cierto es que la obra de Alcott sembró ideas renovadoras en varias generaciones de mujeres. Fue una escritora que abrevó en las ideas del trascendentalismo tomadas de los grandes hombres del círculo de su padre, el pedagogo Amos Alcott; Emerson, Nathaniel Hawthorne, el predicador Theodore Parker y Thoreau,  fue partidaria fervorosa de la causa abolicionista y de la lucha por el voto femenino. Ella supo inocularnos con la creación de esa muchacha desgarbada y laboriosa, la idea de que  la escritura era un acto de rebeldía capaz de atravesar la dura cáscara del patriarcado. Tal vez por eso, casi todas las chicas que han leído y leen Mujercitas quieren ser, para siempre, Jo.

miércoles, 3 de octubre de 2018

PREMIO NACIONAL Y LATINOAMERICANO DE LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
“LA HORMIGÜITA VIAJERA”
Edición 2018
AUSPICIADO POR ABGRA (ASOCIACION DE BIBLIOTECARIOS GRADUADOS DE LA REPUBLICA ARGENTINA)

EDUCACIÓN Y PROMOCIÓN DE LA LIJ: MARÍA CRISTINA ALONSO