viernes, 10 de mayo de 2019

Escritores y, a la vez, libreros


 Un lugar como un jardín contra la soledad
por María Cristina Alonso

“La verdadera razón por la que no quisiera pasar mi vida vendiendo libros es que, cuando lo hice, perdí el amor que les tenía. Un librero se ve obligado a mentir sobre los libros, y esto le provoca aversión hacia ellos”, escribe George Orwell en 1936, en su libro Recuerdos de una librería. En las antípodas, Mary Ann Shaffer le hace decir a Juliet, la protagonista de su única novela La Sociedad literaria del pastel de piel de patatas de Guernsey: “Me encanta ir a las librerías y conocer a los libreros. Realmente los libreros son una raza especial. Nadie -en su sano juicio- aceptaría trabajar de dependiente en una librería por el sueldo, y ningún propietario en sus cabales querría ser dueño de una, porque el margen de ganancias es demasiado bajo. Así que tiene que ser un amor a la lectura lo que les empuja a hacerlo, junto con ser los primeros en hojear las novedades.”


Acaso esa pasión por hojear las novedades sea el origen de La fabulosa, la librería de la escritora, traductora y librera Ana Garralón[1], que se especializa en libros de literatura infantil y juvenil hispanoamericana. La fabulosa está en la calle Santa Ana del barrio La Latina, en Madrid. Ana es autora, entre otros libros, de Historia portátil de la literatura infantil (Anaya, 2001), Leer y saber. Los libros informativos para niños, (Tarambana Libros, 2013) y de un blog que es un referente para los escritores y promotores de literatura: Anatarambana. Literatura infantil (http://anatarambana.blogspot.com/)

Aunque se especializa en libros álbum y es una autoridad en la materia, Ana advierte sobre el abuso de los libros que sólo tienen bellas imágenes y sostiene que hay que volver a las narraciones, que los niños y jóvenes -que ya de por sí viven en un mundo de imágenes- necesitan recuperar la palabra.

La fabulosa no sólo ofrece libros de Literatura Infantil y Juvenil, sino que organiza presentaciones de autores e ilustradores, como la del viernes 12 de abril. Ese día, un ilustrador chileno, Matías Prado, habló ante un público de ilustradores y diseñadores que eran sus seguidores por las redes, sobre las decisiones estéticas que tuvo que asumir al planear sus ilustraciones del libro De cuento en cuento (Amanuta, 2018). Se trata de un libro constituido por fragmentos de cuentos populares acompañados de sus obsesivos hombrecitos, que recorren cada una de las páginas.

En su blog, Anatarambana, Ana Garralón desarrolla el tema del abuso del libro álbum por parte de editoriales y mediadores de lectura. Hay una carencia enorme de lecturas- explica- para un público que ya domina la lectura. Sólo se ofrece a los niños libros bien ilustrados, pero los niños quieren leer mucho y sentirse identificados como lectores. Y arriesga, que no es de extrañar que, con el abuso de los libros ilustrados, muchos adultos leerán novelas juveniles porque no habrán superado la etapa infantil de lectura y buscarán un libro “gordo y que se lea de un tirón.”

Escribir sobre una librería porque antes se ha estado al frente de ese negocio fue lo que impulsó a Penélope Fitzgerald a concebir, en 1978, Thebookshopp (La librería, Impedimenta, 2010). La novela-que fue adaptada al cine por Isabel Coixet- fue escrita en épocas muy duras para la autora inglesa, cuando debió trasladarse con su familia a Southwold, un lejano pueblo costero de Inglaterra, y conseguir un trabajo a tiempo parcial en una librería del lugar, Sol BayBooks.  Florence Green, la protagonista de su novela, es una mujer valiente que decide abrir una librería con libros para acercar los mundos de ficción a una comunidad cerrada y claustrofóbica que le pone inconvenientes para desarrollar su negocio. Valiente porque mantiene su decisión de abrir una librería en un lugar lleno de mezquindades y poco vuelo intelectual, que no apreciaba su intento.
Penélope Fitzgerald, escritora tardía, comenzó a los 61 años su carrera de escritora y escribió ocho novelas antes de su muerte.

Con el mismo afán de demostrar que el lugar donde circulan los libros crea lazos y acerca a la gente, la escritora Laura Riñón Sirena[2] abrió -en la calle Pelayo 60,del barrio de Chueca, en Madrid- la librería Amapolas en octubre. Laura derriba las fronteras entre realidad y ficción, dado que su librería se denomina como su novela Amapolas en octubre (Espasa, 2016) y, como Carolina, la protagonista, rinde culto al libro que ha sido fundante en su vida de lectora, Mujercitas,de Luisa MayAlcott. Uncoqueto rincón de la librería, con un sillón y una lámpara que esparce una luz tenue, evoca las reuniones de la familia March compartiendo historias en las noches de invierno, tal como lo sugiere una antigua ilustración de la novela de Alcott.

Como la autora sostiene, Mujercitas  fue el libro que le dio la bienvenida al
mundo de la literatura, y la primera vez que vivió una historia que no era la
suya. Librera y escritora, quien lee su novela y visita su librería pasa como Alicia a través del espejo y se pregunta de qué lado de la frontera está. Paredes cubiertas con cuadros con fotos de los escritores que Laura lee y admira;una frase que asalta al visitante desde la blanquísima pared y que ha escapado de su novela-“Erase una vez una puerta cerrada, una ventana abierta y una mujer valiente. Fin”- componen un espacio que no es una librería clásica, sino -como su dueña lo pretende- un lugar de encuentro en el que el centro de todo son los libros.


“Los libros nos eligen a nosotros - reflexiona la autora en su novela Amapolas en octubre-, las obras esperan su turno hasta que estamos preparados para hacerlas nuestras. Frases o párrafos que se quedan para siempre en los lectores y personajes a los que damos vida, que habitan en nuestro interior y que convertimos en confidentes espontáneos y en compañeros incondicionales.Las novelas se escriben gracias a la vida de los escritores, todo lo relatado resulta real. Y nada lo es. El lector decide, porque es él el que terminará de escribir la historia”.

Pero hay que llegar a Vic, un municipio español de la provincia de Barcelona, para encontrar -en Carrer de la Fusina 17- una librería dedicada a la literatura infantil. Su propietario es un escritor uruguayo, Germán Machado[3].
La ciudad, que tiene un templo romano, una plaza del mercado cuyos pórticos datan de los siglos XII y XIII, y es famosa por el salchichón, ha sido el lugar que Germán Machado encontró para llegar, instalarse y seguir escribiendo sus cuentos para niños, sus poemas y su literatura para adultos.
El PetitTresor es una librería especializada en literatura infantil y concebida como lugar de encuentro para autores, docentes, mediadores de lectura y -desde luego- niños y niñas.

En su más reciente libro álbum, ilustrado por Anna Aparicio Català, Amaryllis, Germán Machado narra, acaso en clave autobiográfica, la historia de una flor que decide abandonar su soledad y su encierro y salir al camino para conocer a otros seres con quien compartir experiencias y aprender nuevas historias. Es un relato de camino, cuyo texto breve y poético es acompañado por las ilustraciones sugestivas y ambiguas en las que el mundo vegetal acecha y se distiende según las etapas que Amaryllis transita en su largo camino hasta llegar a “un lugar como regazo de esperanzas. Un lugar como un jardín contra la soledad”.


Dice Germán-mientras toma mate y saluda a un amigo en catalán que irrumpe en su librería- que ser librero conlleva un baño de humildad para un escritor, que estando detrás del mostrador se entiende mejor qué difícil es, para un libro, llegar a manos de un lector y qué milagro cuando esto sucede.
George Orwell, el autor de 1984, escribe -en sus recuerdos del tiempo en que era un librero-: “Durante su largo turno de trabajo, debe encargar raros ensayos que nadie vendrá a recoger, rechazar kilos de novelas que un señor con olor a rancio le intenta vender, o encontrar un libro —del que no sabe ni el título ni el autor— que una adorable viejecita leyó hace cuarenta años. “
Germán Machado, en cambio, relata a sus lectores de Facebook algunas cuestiones del oficio. Dice que la gente cree que un librero se la pasa leyendo, pero son muchas otras tareas las que debe realizar, como romperse las pestañas interpretando planos para montar los expositores que envían las editoriales, desembalar libros y demás. Germán da cuenta, cada tanto, a sus lectores de este costado menos glamoroso de la actividad. No obstante, es evidente que hay algo más –para estos escritores devenidos en vendedores de libros- que los hace persistir.
Seguramente vender libros no es uno de los negocios más rentables, pero por algo estos escritores, lectores incorregibles, han pensado sus librerías por amor a la lectura, para que la gente y los libros se encuentren en ese viaje a la vuelta de las páginas.



[1]Ana Garralón es escritora, traductora, librera y una autoridad en el libro informativo (hace unos años publicó Leer ysaber. Los libros informativos para niños, Tarambana Libros, 2013), pero también es un referente si se quierepara descubrir un libro álbum de ficción bien construido o algún proyecto de edición inusual. Sus textos tienen una dimensión histórica y social poco común en el medio.(Con una beca de la Biblioteca Internacional de Munich, Ana Garralón realizó la concienzuda investigación que sustenta su libro Historia portátil de la literatura infantil, (Anaya, 2001), escrito en un tono crítico y libre con el que desata discusiones, provoca curiosidad y gana seguidores.


[2]Laura Riñón Sirena, escritora española, ha publicado el libro de relatos Dueño de tu destino y las novelas Todo lo que fuimos y Amapolas en octubre.Este último ha sido traducidoal italiano y al búlgaro. Colabora en diversos medios, escritos o radiofónicos. 
[3]Germán Machado nació  en Montevideo, Uruguay, en 1966, y reside en Vic, Barcelona, donde creó la librería El PetitTresor, Germán Machado es un autor que escribe tanto para adultos como para niños y adolescentes. En el año 2009 creó el blog Garabatos y Ringorrangos.
Entre los títulos de narrativa y poesía que Germán Machado ha publicado para los lectores más jóvenes se encuentran ¡Baja de esa nube! (Ekaré), Salir a caminar (A buen paso), Suerte de colibrí (Edelvives), Breve historia de una pompa de jabón(SavannaBooks), El señor Dino Hache y el canario dorado (Amargord), TamanduáKiller (Fin de Siglo) y Ver lloverLa Escuela de Gatos de la Señorita Cara Carmina y La jaula (Calibroscopio). Este último libro ha  sido ilustrado por Cecilia Varela y fue uno de los ganadores del Premio Fundación Cuatrogatos 2019.