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Primer
escalón: De cómo lo libros álbum llegaron al taller del ilustrador Marcelo Sosa
Queremos contarles nuestro
encuentro con los libros álbum y cómo, a partir de su lectura y análisis,
surgieron estas dos historias, la de Toribio y Alina en el taller del
ilustrador Marcelo Sosa.
Los libros álbum con los que
trabajamos fueron los que distribuyó el Ministerio de Educación de la anterior
administración a todas las escuelas
públicas.
En primer lugar, nos
encontramos con Celina con un interés común, por ser docentes, en la literatura
infantil y más precisamente en los libros álbum que tienen características
peculiares.
Por lo tanto, el proceso de
creación de nuestros libros surgió de un trabajo en conjunto, de aprender en
compañía, de compartir saberes, discutir ideas y estimularnos en nuestros
proyectos.
Y Marcelo entendió
rápidamente cuál era nuestra búsqueda porque él, además de ser un ilustrador y
maestro increíble, es también un lector de literatura y nos ayudó a encontrar
las claves para contar nuestras historias.
¿Cómo lo hicimos? Sin
proponérnoslo fuimos llevando al taller los libros álbum que tenían las
bibliotecas de las escuelas. Así, sobre la mesa del taller, fuimos desplegando
las páginas de los libros de Antony Browne, de Isol, de Satoshi Kitamura, de
Itsvansch, de Sendak, y de otros autores menos conocidos. Tratamos de
entenderlos, viendo, ayudadas por Marcelo, la línea, el color, la textura, la
perspectiva, la composición, la relación texto/ imagen.
Segundo
escalón: Qué vimos en los libros álbum
Los libros álbum nos
proponen una forma nueva de leer y nos
invita a revisar nuestro propio concepto de lectura.
En el pasado, las
ilustraciones que acompañaban a los cuentos no eran nada atractivas ya que el
contenido estaba por encima de las imágenes.
Recién en el siglo XVIII se
empezó a cuidar las ilustraciones de los cuentos y se comenzó a considerar a la imagen como una herramienta ideal para que los niños
leyeran, de tal manera que esos libros iban perdiendo el carácter didáctico
moralizante de las etapas anteriores y se proponían como lo que debían ser, juegos del lenguaje y juegos con las
imágenes.
Y a partir del siglo XIX se colorearon
las ilustraciones gracias al avance de
las nuevas tecnologías. Es aquí cuando comienzan los libros a parecerse a lo
que conocemos por libro ilustrado en la actualidad.
Es a partir de la década del
60 del siglo pasado cuando las editoriales se atreven a publicar lo que vamos a
llamar libro álbum, este tipo de portadores a partir de la idea de texto e imagen en íntima colaboración,
como un solo proyecto que se formula en simultáneo y donde ambos lenguajes construyen
significados y argumentos.
El álbum, tal como lo entendemos actualmente, es un producto postmoderno: surgió gracias al abaratamiento de la
reproducción de imágenes, a los cambios en la educación y a la vocación por la
imagen de la cultura actual.
Los álbumes contribuyen a la educación
literaria. Exponen a los lectores que se inician a discursos complejos, y a aspectos de la narración y de la
comunicación literaria con los que se encontrarán más adelante al leer
literatura.
Texto e imagen hacen una
síntesis; no se apoyan una en el otro. Generan distintas posibilidades de lectura y es el lector el que construye y enhebra el sentido de la decodificación de
ambos y su interpretación.
Por un lado, el texto obliga
a seguir adelante. Por el otro, las ilustraciones invitan a detenerse, a mirar
cuidadosamente, a fijarse en los detalles, a descubrir signos.
Los libros álbum en general se
caracterizan por utilizar el recurso de la metaficción, es decir, donde el propio
libro aparece como objeto dentro del relato e introducir referencias intertextuales.
La metaficción es un
tipo de ficción que desmonta las convenciones de la ficción y llama la atención
del lector sobre la idea de que lo que está leyendo es un artefacto, una creación y no la realidad. Este tipo de ficción es
muy frecuente en la literatura postmoderna; para crear este distanciamiento,
los autores se valen de técnicas diversas tales como narradores en los que no
se puede confiar, salto de los niveles de la comunicación narrativa, préstamos
de otras obras, cesión de la autoridad al lector.
Los álbumes metaficcionales exigen una lectura distanciada, muy diferente a la
del lector romántico que se mete en la trama y sufre con sus personajes.
En Las pinturas de Willy, de Anthony Browne, además de realizar un
homenaje a las obras cumbres de la pintura occidental a través de la parodia,
deja abierta una nueva historia cuando en su última página podemos ver que el
protagonista, Willy, el chimpancé, abandona la habitación donde estuvo pintando
y deja tras de sí una máscara de mono y su chaleco multicolor, ¿Quién es
Willy?¿Quién es el autor de esta obra?
A su vez, las imágenes
evocan y dialogan con otras imágenes: Así como en la literatura se habla de intertextualidad cuando el texto se
relaciona con textos anteriores, en el mundo de la imagen podemos hablar de
intertextualidad visual: detrás de una imagen, podemos encontrar muchas otras
con las cuales el ilustrador dialoga, cuestiona, imita, ridiculiza, etc. Por
ejemplo en En el bosque, de Anthony
Browne. Este libro tiene un intertexto
ineludible: Caperucita
Roja, pero ni los personajes ni la situación que introduce la
historia son las mismas. El ruido por la noche y el silencio de la mañana le
anuncian que algo ha cambiado en su hogar: papá se ha ido. No lo menciona
explícitamente pero imágenes y texto lo dan a entender. Mientras que en la
historia tradicional, la protagonista es una hermosa niña, en el libro de
Browne el protagonista es un niño que está asustado ante la ausencia de su
padre. Aparece en la imagen otro intertexto: Hansel
y Gretel, dos niños perdidos en el bosque.
La
lectura de un libro álbum convoca a una red de significación donde se ponen en
juego elementos del cine, la historieta, la publicidad, en este contrapunto que
generan el texto y la imagen. Este género abre un camino
más para la formación de lectores
activos, y no hay edad para su lectura. Desafía a quienes quieran hojearlo,
una y otra vez, reflejando en cada interpretación, en cada significado que le
da el lector, su propia historia con la
literatura.
Tercer
escalón: Cómo leen los niños los libros-álbum
Es
interesante probar junto con los chicos textos que desordenen las estrategias, la
comodidad conocida para leerlos. En ese sentido, a través de nuestro trabajo
como mediadores y del de los chicos como lectores, se generarán nuevos recursos
para nuevas lecturas palpitantes, desafiantes y visibles.
Es
interesante que nos animemos a correr riesgos con los textos. Y es precisamente
lo que proponen los libros álbum. Ejemplo, la hipótesis que realizan los niños
cuando se les muestra la tapa de La
escoba de la viuda, de Crhis Van
Allsburg, por ejemplo.
El
libro-álbum sostiene un tramado minucioso entre sus partes. Tapa, contratapa,
guardas, ilustraciones, texto, todo es concebido como una unidad, lo que da
paso a una obra de arte visual.
Estos
libros, entonces, rompen la linealidad de una historia mediante el diálogo que
las imágenes establecen con el texto. Y esta complejidad narrativa se pone al
alcance de los chicos del Nivel Inicial a partir de la interacción del texto con
la imagen y generan una lectura por parte de ellos antes de que sepan leer las
letras.
Según un ilustrador,
especialista en libros Álbum, Martín Salisbury, los niños valoran a los
ilustradores, y con frecuencia intentan entender cómo consiguen los efectos y
qué significan. Los jóvenes lectores son sensibles al color y al tono e incluso los más pequeños interpretan el lenguaje
corporal que probablemente aprenden en los dibujos animados. A los niños les
encanta divertirse con los libros álbum pero también quieren desafiar los retos
que éstos proponen.
Cuarto
escalón: De cómo aparecieron las historias y los dibujos
Entonces, después de leer
sobre libros álbum, de experimentar con ellos en el aula, como en el caso de
Celina que trabaja en el nivel inicial -casi sin proponérnoslo- en el taller de
Marcelo empezamos con los primeros bocetos y a barajar ideas para armar
nuestros propios libros álbum.
Como todo trabajo creativo
el proceso es largo y arduo. Pensar en una historia en primer lugar que en los
dos casos llevaría texto.
Y así escribimos la storyboard o guión gráfico,
hicimos bocetos, desechamos ideas que al principio nos parecíamos geniales y
que después se iban debilitando, trabajamos con borradores. Los personajes
fueron mutando. Tanto Toribio como Alina fueron sufriendo transformaciones.
Pensamos mucho en las
técnicas, en el color que predominaría, el barrio y la casa de Alina imponían
grises y azules porque la historia comienza cuando Alina se aburre porque nadie
le lee los libros que hay en la biblioteca.
Toribio, en cambio, juega
con los espacios en blanco, con las líneas inacabadas que expanden los objetos.
Dialoga con las formas, deconstruye, arma y vuelve a armar, simplifica objetos.
En cambio el mundo de Alina dialoga con la literatura universal, intertextualiza
imágenes que remiten a Pinocho, a los cuentos de los hermanos Grimm, a Italo
Calvino, a las Mil y una noches.
Las dos trabajamos con
acuarelas y microfibras.
El
cuento propone el tema universal del doble. El del doppelgänger -literalmente
"doble que camina"- es uno más de los mitos engendrados por la idea
de dualidad con la que el hombre percibe su entorno. Todo tiene su antónimo: el
día en la noche, el fuego en el agua, la vida en la muerte.
El doble es un tema recurrente en la literatura, la tradición y el folclore popular.
El doble es un tema recurrente en la literatura, la tradición y el folclore popular.
El perro Toribio se queda
solo en la casa y, robando los fibrones de la mochila de su dueño, se dibuja
sobre la pared. Como en todas las historias fantásticas, el dibujo cobra vida
y, al salir de la pared se desordena. Hocico por un lado, patas por el otro, cabeza
y ojos en el cuarto, orejas en el baño. Ante tal prodigio, Toribio tiene miedo
y se mete bajo un sillón. No obstante, se sobrepone y, antes de que llegue
Lautaro trata de juntar las partes que forman otro animal muy distinto al que
era en origen. Desmontar para resignificar, es entender que en el fondo todo puede ser de
otra manera. El dibujo que se desarma se rearma propiciando otra
lectura.
Mientras tanto, el lector,
irá recorriendo la casa, descubriendo personajes misteriosos que se ubican como
espectadores, para seguir el juego que propone la historia. Buscar las partes
de ese doble de Toribio que, es, si se lo vincula con la literatura bíblica,
una especie de Golem. En la
cultura moderna y, particularmente, en el marco coloquial, el Golem es
una figura
metafórica estrechamente relacionada con el
autómata, el ser descerebrado o el hombre
masificado que, controlado, sirve desde un plano de conformismo, pero podría,
bajo ciertas circunstancias, rebelarse.
El dinamismo de la historia, en la que texto e ilustración se
complementan, propone a los niños leer entre líneas y “leer” las imágenes.
El dibujante, el artista, parece decirnos esta historia, es como
Toribio, se ve, no como lo ven los otros, sino como es en la realidad de su
creación y nos habla, además de la necesidad de estar acompañados aunque nos
guste la soledad. El lector, como el Lautaro de la historia, parece un cómplice
de la travesura puesto que intuye que algo “extraño” va a pasar.
Cuento con cuentos de María Cristina Alonso nació a partir de un tema recurrente que atraviesa sus escritos,
esa sutil frontera que delimita la ficción de la realidad en el espacio de la
biblioteca. Las bibliotecas como las entiende Borges, como un universo compuesto de un número
indefinido e infinito de libros que remiten a otros libros. Un receptáculo
donde siempre están ocurriendo los sucesos que conforman las historias que
narran. Un lugar donde se vive la ficción, que contiene todos esos seres
creados por la imaginación a lo largo de la literatura universal y que
acompañan al lector.
En ese sentido, la historia de
Alina está atravesada por intertextos diversos que remiten a la literatura
universal y en especial a los relatos tradicionales para niños.
Alina vive en una ciudad
que no está en ningún mapa y en una casita chiquita y gris. Se aburre -así lo
cuenta la primera página donde se la ve sentada con su perro en la puerta de la
casa- pero en ese mundo silencioso hay una biblioteca que nadie lee. Una
biblioteca llena de libros siempre es una posibilidad y en ella ocurren cosas:
está habitada por navíos, personajes del desierto, animales ruidosos y ciudades
colgantes.
Los padres, como muchos
adultos, no tienen tiempo de compartir lecturas con Alina (que dicho sea de
paso tiene el nombre de la protagonista de Lejana,
un cuento de Cortázar). Entonces, como en todo cuento fantástico, los planos se
mezclan y de los libros salen las voces de personajes muy conocidos por el
público infantil: Gepetto, el creador de Pinocho, el Patito feo, la madrastra
de Blanca Nieves. Su parloteo es convocante y Alina se anima a bajar los libros
y ponerse a leer.
El cuento nos habla de la
inconmensurable compañía que nos hace la literatura, de cómo los lectores nunca
estamos solos y la ficción nos ayuda a hacer frente a
la soledad, la indiferencia, la incomprensión.
Como dice el escritor español Muñoz Molina: “Como el agua y el pan, como la amistad y el amor, la
literatura es un atributo de la vida y un instrumento de la inteligencia, de la
razón y de la felicidad.”
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