Por María Cristina Alonso
1. Quién es quién en la esquina de tu casa
Los
recientes despidos en la Editorial Atlántida pronostican el fin de una de las
revistas para niños con más historia de la Argentina: “Billiken”. Su sola
mención evoca la infancia de muchas generaciones porque esta revista, que salió
a la venta en 1919 dirigida por Constancio C Vigil, interpeló durante un siglo
a los niños y niñas que buscaban en esta publicación no sólo entretenimiento,
sino también una herramienta para las tareas escolares.
Pensar las
revistas infantiles que se fueron sucediendo a lo largo del siglo XX y que muy
pocas sobrevivieron a la tecnología en las puertas del siglo XXI, es pensar en
cuál es la representación de la infancia que una sociedad tiene y plasma en las
publicaciones destinadas a ese sector.
Sin lugar a dudas, todas las que vamos a mencionar
tienen un carácter instrumental, promocionan en sus páginas materiales para la
escuela, pero también incluyen cuentos, historietas y leyendas de autores
argentinos y universales creando un espacio de formación del niño lector.
Si bien no fue la primera revista destinada a los
niños, ya que hubo un intento previo de Constancio C. Vigil -fundador de la
Editorial Atlántida- con la creación “Pulgarcito y Germinal”, es “Billiken”,
nacida el 17 de noviembre de 1919, la que estuvo destinada a permanecer en el mercado y
a dejar una huella en el recuerdo de tantos lectores.
Muchos factores contribuyeron a su dilatada
trayectoria: la aparición semanal tan esperada, los recortables, las figuritas
de próceres que terminaban pegadas en los cuadernos escolares, los paisajes
estereotipados de un país que siempre tenía un sol naciente y banderas que
flameaban con el aire de la patria, las batallas que congelaban la imagen de
aguerridos soldados, la casita de Tucumán y el Cabildo… Todo conformando la
arquitectura ideal de un pasado que siempre se contaba desde la ideología del
poder dominante. Al respecto, Paula Guitelman, en su libro “La
infancia en dictadura” (Prometeo, 2006) señala que “Durante la dictadura,
¨Billiken` –en tanto medio de entretenimiento y de educación al mismo tiempo–
actuó en sintonía y complementariedad con otras instituciones de formación como
son la familia y la escuela”. Y analiza cómo la revista presenta una versión
purificadora de la historia, reinventada y vinculada al objetivo de
disciplinamiento de la sociedad que se proponía la dictadura.” Entre los muchos
ejemplos que propone la autora sobre las secciones de “Billiken” en el período
estudiado, están las notas tituladas “Quién es quién en la esquina de tu casa”,
que “remite al orden, la localización y la importancia que se da a la
identificación de objetos y sujetos diferentes para luego segregarlos”,
Pero ¿quiénes eran esos
niños que poblaban las páginas del “Billiken” y a quién estaba dirigida la
publicación? se pregunta Paula Bontempo en su ensayo “Los niños de ´Billiken´. Las infancias en
Buenos Aires en las primeras décadas de siglo XX”. [1] Para la autora, el
éxito de la revista residió en la heterogeneidad de intereses y matices de la
infancia que intentó construir: niños escolares pulcros, de guardapolvos
almidonados, y chicos que se escapaban de la casa para jugar en el potrero, que
soñaban con juguetes y comían golosinas. Claro que siempre niños que iban a la
escuela, es decir aquellos que se diferenciaban de los menores, que eran los
niños pobres, abandonados, marginales que transitaban el circuito
calle-instituto.
La escolarización fue un fenómeno constitutivo
de la sociedad y de la cultura moderna, y el Estado
-en un intento de regular y ajustar la infancia a las normas- recurrió, por un
lado, a la obligatoriedad escolar, y por el otro, al encierro de los menores en
asilos e instituciones.
El inspirador de “Billiken”, Constancio C. Vigil,
autor de cuentos populares como El momo relojero, La hormiguita viajera, Misia
Pepa, tenía una postura pacifista que se fundaba en la regeneración moral a
través del amor al prójimo, a la naturaleza y a los animales. De esta manera,
en los cuentos y narraciones que aparecían en la publicación, encontramos dos
tipos de niños: el pobre y el benefactor. El niño pobre era frecuentemente
huérfano, no tenía casa, estaba forzado a trabajar, y el niño benefactor acudía
en su ayuda cambiando la vida del niño pobre. Claro que no existían -en estas
páginas- la lucha de clases y la injusticia social, pero sí injusticias
puntuales que la bondad de las personas podía enmendar.
Si “Billiken” es una revista hija de la ley de
Educación 1420 (que promulga la obligatoriedad de la educación primaria)
aparecida en el marco de una política cultural que incorpora a los hijos de
inmigrantes al sistema educativo, “Anteojito”, nacida en 1964, llega
al mercado y se dirige a un niño lector que conoce la primera imagen televisiva
en blanco y negro.
2. Caótica, alucinada, decididamente psicótica
“Anteojito” se diferencia de “Billiken”
porque hace referencia, desde el comienzo, al lenguaje televisivo tanto en su
gráfica en las publicidades como en las secciones. Pertenece a Manuel García
Ferré Producciones,que relaciona todos los aspectos de la industria cultural
del momento: revista, discos, programa de televisión, revista de historietas y
dibujos animados en televisión. En su tapa siempre está Anteojito, un niño con
unas gafas descomunales, un niño personaje que emplea un discurso pedagógico
por ser un alumno destacado, que propone una relación directa con el niño
lector de la revista.
Además
de los temas escolares presentes en este tipo de revistas, “Anteojito” dio cabida a grandes ilustradores
como José Luis Salinas, Juan Arancio, Carlos Roume y Oswal,
Jorge de los Ríos, Hugo Casaglia, entre otros.
Luego
de permanecer en los kioscos del país y países limítrofes durante 37 años, la
revista dejó de publicarse como consecuencia de la crisis del 2001. Habían
aparecido en total 1925 números y su última edición fue el 28 de diciembre del
2001.
A
“Anteojito” se la llevó la crisis del 2001, como a “Billiken” se la está
llevando la crisis que atraviesa la Argentina con las políticas neoliberales de
Macri en 2019.
Rodrigo Fresán, en un
artículo publicado a partir de la noticia de la desaparición de “Anteojito”,
define de este modo a las dos revistas infantiles argentinas más conocidas: “A
mi modesto entender, ´Anteojito´ y ´Billiken´ tendrían que desaparecer juntas
porque son dos caras de una misma moneda. Durante mi lejana infancia, la de
Constancio C. Vigil era prolija, burguesa, bastante desabrida, perfecto
material de lectura para chicos que querían ser los mejores alumnos y su parte
más lúdica buscaba emparentarse con la estética progre-aristocrática de María
Elena Walsh. La de García Ferré (quien paradójicamente le debe su último gran
éxito a la walshiana Tortuga Manuelita) era caótica, alucinada, decididamente
psicótica, dedicando páginas al Día de la Bandera entre visiones del planeta
Marte o instrucciones para construir alguna ideíta de Leonardo Da Vinci. Los
lectores de ´Billiken´ calzaban Adidas y empuñaban lapiceras Parker, los de
´Anteojito´ metían sus quesos adentro de zapatillas Flecha y mordían plumas Scheaffer.”
(“Por el camino de
´Anteojito´”, Página /12,domingo, 13 de
enero de 2002).
Aquella crisis desbastadora
fagocitó a personajes entrañables que habitaban las páginas de la revista
“Anteojito”, entre otros, el niño espantapájaros Trapito, el superhéroe
Hijitus, la Bruja Cachavacha, el pollo sheriff Pío Pío, el chico científico
Calculín.
3. La advertencia de Nyoka, la
muchacha de la jungla
El peronismo tuvo su propia
publicación destinada a los niños, fue “Mundo infantil”, que comenzó a
publicar, en 1949, la editorial de Haynes de Carlos Aloé, dirigida por Oscar
Rubio. Su tirada era semanal y salió entre los años 1949 y 1952.
“Mundo
Infantil” transmitía un mensaje político e ideológico que intentaba apuntalar
el proyecto nacional y popular que se sustentaba en las “Veinte verdades
peronistas”, entre las cuales estaba la de que “en la nueva Argentina los
únicos privilegiados son los niños”. Si en la segunda década del siglo XX aparece la idea de que la infancia
debe ser considerada como un período autónomo de la vida adulta y que el niño
es sujeto de derechos, durante el peronismo se constituye al niño como sujeto
ciudadano.
No
obstante, la revista -que contenía materiales escolares, cuentos, gran cantidad
de páginas dedicados a las obras de la Fundación Eva Perón y a los Torneos
Infantiles Evita, otras con contenidos acordes a cada grado y láminas y
maquetas para armar, con motivos patrios- no escapaba a los estereotipos de
género propios de la época.
El peronismo había propiciado cierto
empoderamiento de la mujer y -durante el segundo gobierno- se había conquistado
el acceso al voto femenino; sin embargo, en las páginas de la revista se
repiten muchos de los estereotipos de infancia y de género. María Eugenia
Bordagaray y Anabela Gonza, en su ensayo “Mundo Infantil y la socialización de género
en la infancia del primer
peronismo (1950-1952)”[2], sostienen que, por momentos, la revista parece dirigida sólo a los varones. Mientras que a las niñas se destinan secciones donde se habla de modas y de labores, los niños se divierten y arman aviones y barcos de madera balsa o leen artículos destinados sólo a ellos -sobre todo en la promoción de carreras técnicas, como un medio para promover las escuelas técnicas, de reciente creación-.
peronismo (1950-1952)”[2], sostienen que, por momentos, la revista parece dirigida sólo a los varones. Mientras que a las niñas se destinan secciones donde se habla de modas y de labores, los niños se divierten y arman aviones y barcos de madera balsa o leen artículos destinados sólo a ellos -sobre todo en la promoción de carreras técnicas, como un medio para promover las escuelas técnicas, de reciente creación-.
Las niñas debían
evitar el ocio, ayudar a la madre en las tareas domésticas, hacer las tareas
escolares y no molestar al padre cuando regresaba cansado del trabajo. No
obstante, desde las páginas de “Mundo infantil”, Nyoka, la muchacha de la jungla, creación de Edgar Rice Burroughs,
el de Tarzán, desparramaba trompadas y hacía guiños a las
“lectorcitas” avisando que había un territorio de luchas que todavía no se
habían dado y que las tendrían como protagonistas.
Otras revistas
infantiles menos longevas alimentaron esa doble funcionalidad que las constituía:
ayuda escolar y a la vez fuente de lecturas recreativas, actividades manuales y
consejos útiles. “Selecciones escolares”, de la editorial Codex (1959-1964),
que se presentaba en un formato pequeño y atractivo y se autoproclamaba como “Revista mensual de divulgación
y actualidades para la juventud”; “Pepín Cascarón” –solo dieciséis ejemplares
publicados a partir de 1960- representado por un huevo de ancha sonrisa
dibujado por Dante Quinterno y, más adelante, la abortada “Mega”, que fue
robada por el grupo Clarín y publicada con el nombre de “Genios” (1998). Pero
este artículo quedaría incompleto si no recordáramos una publicación dedicada a
la infancia, que marcó la diferencia.
4. Humi,
ollas populares para los pajaritos
Nacida en la
editorial La Urraca, la misma que publicó “Humor”, la revista que hizo frente a
la dictadura militar vio la luz durante el período 1982-1983. Destinada a los
hijos de los lectores de esa revista, su nombre “Humi” le hace guiños al lector adulto que lee “Humor”.
A diferencia de la estereotipada “Billiken”, “Humi” mantiene una actitud
transgresora, remite permanentemente al contexto político y social porque es
tiempo de restablecer los lazos entre el adulto y el niño, destruidos por la
dictadura. Por eso la escuela ya no es un lugar sacrosanto, sino que se la mira
con desconfianza, ha sido el aparato ideológico de la dictadura. En sus páginas
se cuenta la otra historia, la revisionista y, permanentemente, se estimula al
niño lector a participar escribiendo cartas, mandando dibujos porque es, según
la publicidad, “una revista infantil para crear y aprender”. Baste como ejemplo
la sección “La pelela de la pulga”, en donde se promociona un Concurso de
chistes malos, se publican dibujos de los lectores, una lista de insufribles
(“los grandes que dicen “es igual a la madre…”), nombres graciosos (Abraham
Lapuerta), adivinanzas enviadas por los chicos (¿Cuál es el mar más tonto? El
mar mota”) o un recortable para armar una olla popular para los pajaritos y
ayudarlos a pasar el invierno.
“Humi” fue la fascinación de los lectores adultos de “Humor”, pero no lo
fue de la mayoría de los niños. Estos ya tenían formateado el género “revista
infantil” en sus cabezas. Por lo tanto, no podían extasiarse con las tapas de
Nine o los dibujos de Tabaré Gómez
Laborde, que propiciaban otra estética. Estética que no
encontraría lugar en las tradicionales aulas argentinas.
[1]Bontempo,
Paula Los niños de
Billken. Las
infancias en Buenos Aires en las primeras décadas de siglo XX. Anuario del Centro de Estudios
Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti” Córdoba (Argentina), año 12, n° 12,
2012, pp. 205-221. ISSN 1666-6836
[2]Bordagaray, María Eugenia
y Gorza, Anabella, Mundo Infantil y la socialización de género en la
infancia del primer peronismo (1950-1952)I Jornadas CINIG de Estudios de
Género y Feminismos Teorías y políticas: desde el Segundo Sexo hasta los
debates actuales 29 y 30 de octubre de 2009.
No hay comentarios:
Publicar un comentario