Por
María Cristina Alonso
1. Cómo nace la historia
Desde la biblioteca de Chist
Church College de Oxford, donde tiene un
despacho como subdirector, el Reverendo
Charles Lutwidge Dodgson mira con deleite a las hermanas Liddell que juegan al
cricket.
Ilustración: Mirella Musri
El aburrido profesor de
matemática, un poco tartamudo y asimétrico como sostienen sus biógrafos y
muestran sus retratos, oye las risas de Lorina, Alicia y Edith Liddell, hijas
del decano del College y quisiera volar hacia ese jardín para
jugar con sus amiguitas. Porque si en
algo destaca este solterón exigente,
irritable y asexuado, es por su enorme facilidad para entablar relación con las
niñas. Por ellas, abandona su adusta expresión de catedrático y hace un ratón
con un pañuelo, un barco con papel, les
enseña a jugar el ajedrez, inventa acertijos, juegos, rompecabezas y trucos de
magia.
Tiene
otra pasión además de la de frecuentar niñas entre siete y diez años con las que
entabla amistad. Ha sido fotógrafo por más de 24 años hasta el punto de
convertirse en un maestro de ese incipiente arte. Fotografía paisajes,
animales, esqueletos, personas y muchas, muchas niñas, algunas de ella con poca
ropa o desnudas. Llega a acopiar más de 3000 imágenes en su estudio de las que
sobreviven un tercio de ellas.
En la rígida sociedad
victoriana, no se ve mal que un adulto se entretenga con niñas despiertas e
imaginativas como Alicia Liddell. Por lo tanto, la famosa tarde del 4 de julio
de 1862, el profesor Dodgson acompañado por su amigo el becario del Trinity
College Robinson Duckworth, lleva de paseo a las tres hermanas Liddell a una
excursión en barca por el Támesis.
En su diario, Lewis Caroll,
como firmaría sus ficciones el Reverendo Dodgson, consigna que el recorrido fue
de tres millas, desde Folly Bridge hasta el pueblo de Godtow en cuya orilla
tomaron el té. Y siete meses más tarde
añade:”En esa ocasión les conté el cuento de las aventuras de Alicia bajo
tierra.”
De regreso, Alicia le pide a
su amigo que escriba la historia que había inventado mientras navegaban. Dodgson
pone manos a la obra y escribe el libro que se convertirá en uno de los más
leídos no solo por niños sino por adultos de todos los tiempos: Alicia en el país de las maravillas que,
en su primera versión, se titula Las
aventuras subterráneas de Alicia. Aquella historia que comenzó a
inventar la tarde del paseo fue creciendo en encuentros posteriores. Y si la escribió,
fue por la insistencia de Alicia, su amiga de diez años, que quiso ver el
relato convertido en un libro.
Así nace la primera versión de Alicia en el país de las maravillas.
Dodgson reconstruye las insólitas aventuras de Alicia en un manuscrito con letra
cuidada y clara para facilitar la lectura de la niña y lo ilustra con dibujos
hechos con pluma.
En noviembre de 1864 Alicia recibe el manuscrito con
la historia requerida e ilustrado por el mismo Dodgson. Tiene 90 páginas y una
dedicatoria: «a una niña querida, en memoria de un día de verano»
El libro que hoy leemos y releemos fue publicado en
mayo de 1865 por la editorial Macmillan and Co. Esta vez ilustrado por un
dibujante profesional, John Tenniel, cuyos dibujos han quedado grabados en la
memoria de lectores de todos los tiempos y son los más populares y reconocidos.
Años más tarde, en 1871 escribe una continuación,
ilustrada también por John Tenniel , Alicia
a través del espejo.
La amistad con la Alicia real dura poco, La señora
Liddell comienza a sospechar que Charles Dodgson se ha enamorado de su hija y
que pedirá su mano cuando alcance la edad de casarse. El rumor es que la madre
de Alicia aspira a casar a Alicia con el hijo de algún miembro de la realeza. Por
algún motivo, Dogson no es más recibido en casa del decano y se le prohíbe ver
a las niñas a partir de 1865. Se sospecha que algo ocurre y que se contaría en
el diario de Dodgson y no nos enteramos
porque esas páginas fueron arrancadas después de la muerte del autor.
Las sesiones de fotos y los paseos por el campo
contando historias a las chicas Liddell se terminan. Sin embargo Dogson, que
firma relatos infantiles como Lewis Carroll, no olvida a su amiga y le sigue
enviando cartas.
Lo cierto es que más allá de las extrañas aficiones de
Lewis Caroll, lo que la madre de Alicia no pudo desterrar de la imaginación de
sus hijas - y la de todos los niños y grandes que leyeron sus libros- es a ese
gato que sonríe y desaparece por partes emitiendo paradojas, al Conejo Blanco
que anda siempre apurado e inicia a la niña en su aventura, ni a la Duquesa que
lleva en sus brazos algo que parece un bebé pero es un cerdito, y jamás, jamás
olvidaremos esa mesa de té donde un Lirón, un Sombrerero y una Liebre de Marzo
toman el té incesantemente porque siempre son las seis y las tazas se acumulan
y no hay tiempo para lavarlas.
2 El pasaje
La novela fantástica que escribió Lewis Caroll propone
un pasaje de un mundo racional y ordenado a otro donde las cosas funcionan
diferentes. Pablo de Santis llama a esta y otras obras para niños que le
sucedieron como El mago de Oz, Peter Pan,
Charly y la fábrica de chocolate, “novelas de umbral”, porque en estas
ficciones siempre hay un umbral que nos lleva a un mundo con sus leyes propias.
Ilustración: John Tenniel
Un mundo sin adultos, sin padres que regañan, sin
ejemplos moralizantes como había sido la literatura para las infancias hasta
que aparecieron Edward Lear y Lewis Caroll. Ambos escribieron historias llenas
de disparates, de acertijos, donde el verdadero protagonista es el lenguaje.
Una burla, si se quiere, a la educación represiva que había caracterizado a la
estrecha moral victoriana. Es entonces necesaria la fantasía para liberarse de
la realidad que oprime y encorseta.
Dice la irónica Alicia ante la duda de beber de la
botella que encuentra sobre la mesa de tres patas: “No, primero mirararé y veré si dice o no veneno, porque había leído
algunos deliciosos cuentos sobre chicos quemados o devorados por las fieras,
entre otros hechos desagradables, todo por no haber recordado los fáciles
consejos de sus amigos…” (Alicia, Capítulo I)
Las aventuras subterráneas de Alicia comienzan con un
sueño. Aburrida junto a su hermana que leía un libro sin ilustraciones y
embotada por el calor, comienza a adormecerse. De pronto aparece el apresurado
Conejo Blanco que mira el reloj con angustia porque se le hace tarde. Dicho
esto, entra en una madriguera a donde Alicia no resiste la tentación de
seguirle.
Así se inicia una de las mejores historias, con alguien que se anima a pasar por el umbral, como
esta Alicia que está dispuesta a sumergirse en lo desconocido con tal de saber
por qué a ese Conejo de chaleco se le hace tarde.
La madriguera se convierte en un pozo y Alicia
desciende por un túnel lleno de armarios y bibliotecas, mapas y cuadros
colgados. Un descenso largo que Caroll demora para que los lectores disfrutemos
ese pasaje, esa brecha que une el aburrido mundo cotidiano de ese otro en el
que suceden cosas extraordinarias.
Nos cuenta Martin Gardner en su Alicia anotada que en tiempos de Caroll se especulaba sobre qué
sucedería si una persona cayese en un agujero que pasara por el centro de la
tierra. Francis Bacon, Plutarco, Voltaire habían planteado esta cuestión.
Parece que Galileo dio con la solución correcta: “el objeto caería con
aceleración creciente pero
con aceleración decreciente hasta que llegase al centro de la tierra, en cuyo
momento su aceleración sería cero. A partir de ahí, su velocidad disminuiría al
aumentar su deceleración, hasta alcanzar la abertura del otro extremo; entonces
volvería hacia atrás otra vez.”
En Alicia, como en otras novelas del género, el
descenso le permite a la niña entrar en
un mundo donde todos están locos, hablan con acertijos, realizan acciones sin
lógica, dicen disparates porque, el sinsentido, es la esencia de la geografía
subterránea.
La protagonista de la novela de Caroll es una niña
sensata que observa el mundo y toma distancia. En ese mundo donde las palabras
quieren decir una cosa y también lo contrario, ella, como señalan algunos
críticos, es una niña adulta que se resiste ante los disparates de unos adultos
que parecen niños. Pues, como dice el gato de Cheshire que aparece y
desaparece, a veces dejando su sonrisa en el aire: “Aquí estamos todos locos”.
En la época de los viajes a lugares desconocidos, lo
que cuenta Lewis Caroll es un viaje iniciático, de transición del niño al
adulto. Alicia debe afrontar nuevos retos, encuentros casi de pesadilla,
incomodidades propias de toda persona que crece.
3. Nonsense
Dice Chesterton en su ensayo Defensa del desatino que Charles Dodgson vivía con un pie en cada
uno de los dos mundos: el de los serios profesores de Oxford y el de las
historias absurdas que escribe bajo seudónimo. “Su país de las maravillas es una región
poblada por matemáticos locos. Sentimos que todo es evasión hacia un mundo de
mascarada; sentimos que si pudiéramos penetrar sus disfraces, habríamos de
descubrir que Humpty Dumpty y la Liebre de Marzo eran profesores y
doctores en teología disfrutando transformando sus reglas de un feriado
mental.”
En Las aventuras
de Alicia en el país de las maravillas, el mundo absurdo y los juegos de
palabras organizan los encuentros de la
niña con los habitantes de una geografía donde nada tiene lógica.
En los dos relatos sobre Alicia, Lewis Carroll propone
juegos conocidos transformando las reglas. Hay carreras que largan en cualquier
parte y en la que todos ganan y reciben premios, un partido de cricket en la que los mazos son flamencos rosas y las bolas
erizos. En el primero de los libros se alude al juego de cartas. Jardineros,
soldados y aún el Rey y la Reina pertenecen a un mazo de cartas. En el segundo libro,
detrás del espejo hay un enorme tablero de ajedrez y toda la aventura intentará
seguir sus reglas. Así como en la primera parte Alicia cambia de tamaño
incesantemente, en la segunda parte va cambiando de lugar de acuerdo con los
movimientos de las piezas en el tablero.
Ilustración: John Tenniel
Pero las reglas en estos juegos siempre se traicionan
o cambian caprichosamente. Porque lo que inventa Carroll es el mundo del revés.
Todo está patas arriba como ocurre en la poesía inglesa del nosesense (sin
sentido, disparate).
Antes que Carroll. Edward Lear (1812-1888), un
escritor y pintor británico cultivó el nosense o poema disparatado.
Lo que estos escritores decimonónicos presentan son
juegos del lenguaje, asociaciones fortuitas de sonidos, mensajes que
producen desconcierto porque estamos en
el reino del absurdo.
—Toma un poco de vino
—dijo la Liebre de Marzo en tono conciliador. Alicia miró por toda la mesa,
pero no había más que té.
—Yo no veo vino
—comentó.
—No lo hay —dijo la
Liebre de Marzo.
—Entonces, no es muy cortés por su parte
ofrecérmelo —dijo Alicia con enfado. (Alicia, capítulo VII)
Como lectores de estos diálogos absurdos tendemos a
pensar como Alicia que, aunque parezcan carecer de sentido, resultan
disquisiciones correctas.
Parece confusa esta afirmación, pero el nosense no es algo reñido con el
significado de las cosas, sino que se trata de formar un nuevo significado bajo
otro sistema referencial.
4. Sueño dentro
del sueño
Borges, que en un cuento de su libro Ficciones, “Tlön
Uqbar Orbis Tertius”, había imaginado que una de la escuelas de Tlon, un
planeta desconocido que figura en una reimpresión de la Encyclopaedia
Britannica, sostenía que, mientras dormimos aquí, estamos despiertos
en otro lado y que así cada hombre es dos hombres.
Por eso escribe un artículo que titula “El sueño de
Carroll” pensando en los innumerables casos en la literatura cuyo tema es
el sueño y nos dice que los más ilustres se hallan en los libros de Lewis
Carroll.
Es que las dos aventuras de Alicia son sueños. Alicia en el País de las maravillas
concluye con el despertar de Alicia que le cuenta el sueño de sus aventuras
locas a su hermana y esta se adormece contemplando la puesta del sol y sueña
con Alicia y vuelve a pasar el Conejo Blanco y el Ratón asustado chapoteando en
un charco cercano. Y de paso imagina, en el sueño a Alicia adulta contando a
unos niños que la rodean el sueño remoto del País de las maravillas.
Ilustración: John Tenniel
El tema del sueño dentro de otro sueño reaparece en
Alicia a través del espejo
Alicia sueña con el Rey Rojo, pero el Rey Rojo está soñando con Alicia
que también está soñando con el Rey Rojo. Un espejo frente a otro espejo.
Y dice Borges en su artículo
sobre Carroll “Alicia sueña con el rey Rojo, que está soñándola, y
alguien le advierte que si el rey se despierta ella se apagará como una vela,
porque no es más que un sueño del rey que ella está soñando. Los dos sueños de
Alicia bordean la pesadilla.”
Ilustración: Gabriel Pacheco
Encuentra Borges detrás de los sueños de Lewis Carroll
la melancolía y la soledad de un hombre que no
conoció el amor y no tuvo otros amigos más que algunas niñas de amistad
efímera y la pasión por la fotografía que, en su época, aún no era valorada.
Como concluye Carrol en la segunda Alicia: “La vida,
acaso, ¿no es más que un sueño?”
5. Lectores de Alicia
La chica que lee Alicia
en el país de las maravillas en la década del 40 se llama Flora y más tarde
escribirá poemas que firmará como Alejandra Pizarnik. Hija de inmigrantes ruso-
judíos que llegaron a la Argentina huyendo del nazismo, crece escuchando
historias del Holocausto. La tristeza de esos relatos llenos de persecución y
muerte la destierran de la Infancia, que
se convertirá en un lugar inaccesible. Escribe:
Hora en que la yerba crece
en la memoria del caballo.
El viento pronuncia discursos ingenuos
en honor de las lilas,
y alguien entra en la muerte
con los ojos abiertos
como Alicia en el país de lo ya visto. (Pizarnik, Infancia, de Los trabajos y los días).
Ilustración
de Ana Juan
Alejandra se siente expulsada de la
infancia donde está el jardín al que Alicia accede cayendo por la madriguera.
Reescribe Alejandra ese viaje hacia el mundo subterráneo que el personaje de
Carroll realiza con cierta lentitud. Titula su relato “El hombre de antifaz
azul” que está incluido en su libro El
deseo de la palabra.
Alejandra juega con las palabras
como aprende en Alicia. En su diario
anota el 31 de marzo de 1963: “Me desperté a las cinco de la mañana muerta de risa.
Recordaba, después de tanto tiempo, las aventuras de Alicia. La Reina, el Rey,
el Sombrerero, la Liebre Loca, el Lirón, los flamencos para jugar al cricket,
los hongos que hacían crecer y disminuir, el niñito que estornuda en la cocina
llena de pimienta. Pero la tortuga llorona… sobre todo ella.”
A., el personaje de Pizarnik quiere entrar a
un bosque, ese lugar perfecto aunque vedado y peligroso. “Bébeme y serás la
otra que temes ser” dice la etiqueta de la botella que encuentra la niña. Duda,
pero bebe, su deseo de llegar al bosque es enorme.
“— ¡Qué
sensación psicodélica! —exclamó A.—. Debo de estar achicándome como un toro
observado desde muy lejos por un pajarito miope que se quitó los anteojos.” (Pizarnik, El hombre
del antifaz azul)
Así como la Alicia de Carroll declama que
solo quiere ver un jardín, el personaje de la reescritura de Alejandra, A.,
intuye que ese jardín es la infancia de la que fue arrancada.
Alejandra lee en Lewis Carroll uno de sus
temas predilectos: la infancia y sus espejismos, la expulsión de ese paraíso y
el regreso desde su propia escritura.
No es fácil describir a la Argentina de 1976,
en plena dictadura. Nadie escapa a la censura, pero Charly García se las
ingenia, inventa metáforas para contar lo que nadie se atreve. Escribe y canta “Canción
de Alicia en el país”, una canción que originariamente es compuesta para una
película que intenta satirizar a la dictadura en clave de fábula.
Ilustración Yayoi Kusama
Charly se inspira en el disco de Génesis,
Nursery Cryme que parodia las nursery rhymes, las rimas de las canciones
infantiles británicas del siglo XIX. Y, a partir del libro Alicia en el país de las maravillas, escribe Canción de Alicia en el país. Omite deliberadamente la palabra
“maravillas” y cuenta el mundo de pesadilla que se vive en tiempos en que ya no
hay tortugas, refiriéndose al ex presidente Illia, ni morsas como el dictador
Onganía, ni brujos como el ministro de Isabel Perón, López Rega. “No cuentes
lo que viste en los jardines,/
el sueño acabó/ ya no hay morsas ni tortugas”.
Pasan cuatro años de aquel 76 y
Charly le hace algunos cambios a la canción para incluirla en el repertorio de
Serú Girán. Aunque la canción es una crítica directa a los militares parece que
ellos no la entienden y no es censurada.
Un río de cabezas aplastadas
por el mismo pie
juegan cricket
bajo la luna
Estamos en la tierra de nadie,
pero es mía
los inocentes son los culpables,
dice su señoría,
el rey de espadas
No cuentes que hay
detrás de aquel espejo,
no tendrás poder
ni abogados, ni testigos
Ilustración de Ester García
El universo que inventa el
reverendo Dogson para la niña de sus ojos invierte los sentidos, Charly,
además, cuenta el horror. De todos
modos, como en el mundo de Alicia, en la Argentina están todos locos, con la
diferencia de que la locura de la dictadura no consiste en jugar con las
palabras, hacer retruécanos y plantear enigmas, los locos asesinan,
desaparecen, exilian.
Estamos en la tierra de todos,
en la mía
sobre el pasado y sobre el futuro,
ruinas sobre ruinas,
querida Alicia
Quién sabe Alicia, este país
no estuvo hecho porque sí
te vas a ir, vas a salir
pero te quedas,
¿dónde más vas a ir?
Ilustración: Mirella Musri
6. Final del juego
Los libros de Alicia proponen juegos. Ludwig Wittgenstein nos dice que las palabras son cáscaras a las
que encontramos significado por el contexto y a este fenómeno lo llama juegos
del lenguaje. En las matemáticas
como en el lenguaje ordinario, se trata, de hecho, de aplicar reglas.
Lewis
Carroll nos propone en sus relatos para niños, que descubramos cómo construimos
el lenguaje, cómo experimentamos con él.
Carroll era un maestro de la experimentación. Ya
hablamos de su amistad con diversas niñas, además de Alicia. Cuentan sus
biógrafos que les escribía muchas cartas, entre ellas ideó la
carta-jeroglífico, las cartas en forma de molinete circular, cartas que sólo
podían leerse si se las ponía frente al espejo, las cartas mínimas que sólo
podían leerse con lupa, las cartas con efectos visuales por las que se
deslizaba una araña o un escarabajo, cartas con garabatos, chistes y dibujos.
Solía
pasear por la playa con un maletín negro que contenía rompecabezas de alambre y pequeños
regalos insólitos para atraer a las niñas. Pero nada le dio más resultado que
atraer a las infancias de todos los tiempos con los dos libros de Alicia. Y
también a los grandes. Dadaístas y
surrealistas pusieron atención en el mundo absurdo de Carroll. El absurdo y la
exploración de lo onírico fue la estética predominante de principios del siglo XX.
Los dibujos de John Tenniel
contribuyeron a crear ese mundo de ensueños, ese juego infinito que nos propone
Alicia y todos los habitantes del mundo subterráneo. Lirones, tortugas,
sombrereros, duquesas, reyes, cerditos, orugas, grifos, dodos, gatos con
sonrisa, reyes y reinas, ratones y conejos nos enseñan a los lectores que todos
somos partes del sueño de Carroll y que, como escribe Borges, esos sueños son porciones
de nuestra felicidad. “Ojalá- nos dice- compartan esa
felicidad quienes, más allá de los años y la repetida vigilia, siguen, como yo,
volviendo sus páginas.”
Bibliografía
.Borges,
Jorge Luis, El sueño de Lewis Carroll , El
país, 9 de febrero de 1986
.Carroll, Lewis. Alicia en el país de las maravillas. A
través del espejo. Edición de Martin Gardner. Akal Ediciones: Madrid,
1984
.Chesterton,
Gilbert Keith “Defensa del desatino”. En Baeza, Ricardo (comp.): Ensayistas
ingleses. Buenos Aires, Jackson. 1901
.De Santis,
Pablo. Las
narrativas para niños y el género fantástico. Diploma Superior en Culturas y
narrativas para la infancia y la juventud, 2018.
.Garralón,
Ana, Historia portátil de la literatura infantil. Ed.
Anaya. 2ª edición. Madrid, 2005.
.López
Orcón, Mónica. En busca de la infancia perdida, Caras y Caretas, Año 60 N°2376
Abril de 2021
.Pizarnik,
Alejandra. Prosa completa. Lumen, Palabra en el tiempo, Barcelona, 2001.
.Wittgenstein,
L. Investigaciones filosóficas. México: Instituto de Investigaciones
Filosóficas. 1988.