Sarmiento viajaba para constatar sus puntos de vista: viaja en busca de reconocimientos y sus preocupaciones son utilitarias, busca modelos para aplicarlos en América. Es en Mansilla donde se verifica la búsqueda de lo estético. Es el viaje del gentleman que se justifica artísticamente al conectarse con el predominio de una élite. Europa es la culminación y el privilegio.
Mansilla en Europa fundamentalmente gasta, es el viaje consumidor: comida, ropas, palabras, en diversas lenguas.
De la acumulación al ocio, al privilegio, al gasto. La espectacularidad y el narcisismo.
En el seno de la oligarquía federal porteña, surgían contradicciones. Mansilla recuerda las palabras de su padre: “Cuando uno es sobrino de Rosas no lee el Contrato Social, si se ha de quedar en este país, o se va de el si quiere hacerlo con provecho”.
En sus múltiples viajes, Mansilla pasa del viaje del niño al viaje del gentleman.
En “Una excursión...”, sin embargo, Mansilla habla de otro viaje, un viaje al interior, al corazón de la pampa. Ya no es el “más allá”, Europa, es ese otro lugar donde Santiago Arcos, que vive en París, desearía comer una tortilla de avestruz. Igualmente el viaje a tierra adentro se cubre de exotismo, es una incursión al interior, porque viajar, para Mansilla es experimentar contrastes. Mansilla piensa que las clases dirigentes no conocen el país, no llegan a asumirlo como suyo “Yo he aprendido más de mi tierra yendo a los ranqueles que en diez años de despestañarme leyendo opúsculos, gacetillas y libros especiales...”
Con la solidificación del grupo social que dirige el país luego del 1880, el viaje europeo se institucionaliza: ni pioneros, ni precursores, ni aventureros, quienes lo celebran adoptan cada vez más el aire de oficiantes y el itinerario se convierte en ritual. Se viaja a Europa para santificarse allá y regresar consagrado. Se viaja para purgarse, para liberarse del país, de Buenos Aires o de la Argentina. Se va para volver. El cielo reside en Europa, pero la verificación de la sacralidad se realiza aquí. Mansilla cuenta su regreso, la cantidad de curiosos que lo miran desembarcar y lo siguen hasta que llega a su casa.
Los viajeros, en eso consiste el viaje estético, ven a Europa como una torre de marfil (entre el 80 y el 900 Europa se convierte en monopolio del modernismo)
Después del 900, conectado con la crisis del liberalismo señorial y de sus respuestas filosóficas, literarias y educacionales (positivismo, normalismo, modernismo) se pueden verificar otras variantes del viaje estético de los gentlemen-escritores y de los hijos del 80. La fiesta de la belle- epoque ha concluido. El heroísmo y la vuelta al campo contarán con mayores adeptos: la guerra del 14 y la estancia paterna facilitan la elección. El campo es el final y la antítesis del viaje estético. La pampa se convierte en lo esencial y puro frente a la corrompida contingencia de Europa. Los hijos del 80, espiritualista y apolíticos quieren purgar la glotona consumición de su clase. Ese es el regreso de Güiraldes. Regresa para purificarse. No sólo aparece en Güiraldes, también en Oliverio Girondo.
Como toda clase que hace de necesidad virtud, promueven el mito campesino: un telurismo teñido de religiosidad.
(Tomado de Viñas, David, Literatura y política, Buenos Aires Santiago Arcos Editor, 2005)
Mansilla en Europa fundamentalmente gasta, es el viaje consumidor: comida, ropas, palabras, en diversas lenguas.
De la acumulación al ocio, al privilegio, al gasto. La espectacularidad y el narcisismo.
En el seno de la oligarquía federal porteña, surgían contradicciones. Mansilla recuerda las palabras de su padre: “Cuando uno es sobrino de Rosas no lee el Contrato Social, si se ha de quedar en este país, o se va de el si quiere hacerlo con provecho”.
En sus múltiples viajes, Mansilla pasa del viaje del niño al viaje del gentleman.
En “Una excursión...”, sin embargo, Mansilla habla de otro viaje, un viaje al interior, al corazón de la pampa. Ya no es el “más allá”, Europa, es ese otro lugar donde Santiago Arcos, que vive en París, desearía comer una tortilla de avestruz. Igualmente el viaje a tierra adentro se cubre de exotismo, es una incursión al interior, porque viajar, para Mansilla es experimentar contrastes. Mansilla piensa que las clases dirigentes no conocen el país, no llegan a asumirlo como suyo “Yo he aprendido más de mi tierra yendo a los ranqueles que en diez años de despestañarme leyendo opúsculos, gacetillas y libros especiales...”
Con la solidificación del grupo social que dirige el país luego del 1880, el viaje europeo se institucionaliza: ni pioneros, ni precursores, ni aventureros, quienes lo celebran adoptan cada vez más el aire de oficiantes y el itinerario se convierte en ritual. Se viaja a Europa para santificarse allá y regresar consagrado. Se viaja para purgarse, para liberarse del país, de Buenos Aires o de la Argentina. Se va para volver. El cielo reside en Europa, pero la verificación de la sacralidad se realiza aquí. Mansilla cuenta su regreso, la cantidad de curiosos que lo miran desembarcar y lo siguen hasta que llega a su casa.
Los viajeros, en eso consiste el viaje estético, ven a Europa como una torre de marfil (entre el 80 y el 900 Europa se convierte en monopolio del modernismo)
Después del 900, conectado con la crisis del liberalismo señorial y de sus respuestas filosóficas, literarias y educacionales (positivismo, normalismo, modernismo) se pueden verificar otras variantes del viaje estético de los gentlemen-escritores y de los hijos del 80. La fiesta de la belle- epoque ha concluido. El heroísmo y la vuelta al campo contarán con mayores adeptos: la guerra del 14 y la estancia paterna facilitan la elección. El campo es el final y la antítesis del viaje estético. La pampa se convierte en lo esencial y puro frente a la corrompida contingencia de Europa. Los hijos del 80, espiritualista y apolíticos quieren purgar la glotona consumición de su clase. Ese es el regreso de Güiraldes. Regresa para purificarse. No sólo aparece en Güiraldes, también en Oliverio Girondo.
Como toda clase que hace de necesidad virtud, promueven el mito campesino: un telurismo teñido de religiosidad.
(Tomado de Viñas, David, Literatura y política, Buenos Aires Santiago Arcos Editor, 2005)
1 comentario:
¡Qué bueno Cris! Se extrañaban tus entradas en el blog .Ese (1) debe indicar que tu viaje por aquellos otros viajes continuará .
Todo escritor tiene alma de trashumante , se nutre de los lugares, su gente y sus historias . desde las crónocas de los conquistadores hasta...las crónicas de tu próximo viaje? Un abrazo agradeciendo otro año más de amistad e intercambio .
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