Frank McCourt se tomó su tiempo para escribir, digamos que esperó a tener más de sesenta años y jubilarse para contar sobre su infancia terrible en Limerick, Irlanda (Las cenizas de Ángela) o sobre su experiencia como docente. ¿Qué estaba haciendo mientras tanto? Dando clases en escuelas secundarias, corrigiendo escritos de sus alumnos adolescentes y postergando la lectura de sus escritores preferidos, esquivando directores y supervisores que no comprendían sus peculiares métodos para enseñar escritura creativa e inglés. Treinta años de carrera docente que McCourt relata en El profesor, para que quienes hemos permanecido en las aulas esa misma cantidad de años nos identifiquemos en muchas de sus apreciaciones.
Porque lo que cuenta este profesor de secundaria son sus vicisitudes e iluminaciones desde adentro del salón. No teoriza, nos acerca las voces de sus alumnos, narra los conflictos que surgen en la tarea docente, nos permite identificarnos con un profesor que duda, que suele sentirse desconcertado en el universo de la clase. Porque sólo quien ha estado en esa situación sabe cómo se siente un profesor en ese micromundo que es un aula llena de adolescentes. “El aula- dice MacCourt- es un lugar de mucho dramatismo. Nunca sabrás qué les has hecho a, o qué has hecho por, los cientos que vienen y van. Los ves salir del aula: soñadores, insulsos, despectivos, maravillados, sonrientes, perplejos. Después de unos años desarrollas antenas. Sabes cuándo llegaste hasta ellos, cuándo te los pusiste en contra. Es química. Es psicología. Es instinto animal. Estás con los chicos y, mientras quieras seguir siendo profesor, no hay escape. No esperes ayuda de los que han escapado del aula, los superiores, Están ocupados yendo a almorzar y pensando pensamientos superiores.”
Por momentos se torna lúcido y cuestiona al sistema educativo en la línea de la película “The wall”: “¿Para qué son las escuelas de todos modos? Pregunto: ¿es tarea del profesor proporcionar carne de cañón para el complejo militar-industrial? ¿Estamos formando paquetes para la línea de montaje corporativo?
Frank McCourt enseñó Inglés y Escritura creativa durante treinta años en escuelas secundarias de Nueva York. Fue invisible para el mundo de la literatura hasta que, ya jubilado, con 66 años, se convirtió en best seller y ganó el premio Pulitzer.
Su dura infancia en Irlanda le dio material para este y otros libros y para convertirse, según sus propias palabras, en una novedad geriátrica.
En El profesor explica por qué tardó tanto en escribir y publicar. “Estaba enseñando. Cuando das cinco clases por día, cinco días a la semana en una escuela secundaria, no te inclinas por volver a casa, despejar tu cabeza y labrar una prosa inmortal”
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