Salir de paseo con él era un lujo, recogía piropos a su paso. Tenía un pelo hermoso y una cola que enarbolaba como un plumero. Le gustaba la luna y las milanesas, se dejaba querer porque era un sencillo perro de pueblo, un perro que le tenía miedo a los cohetes de navidad y odiaba la sirena de los bomberos, pero le gustaban los chicos, los otros perros, los gatos y el aire de primavera.
Vícer no era un cocker spaniel como Flush con “ojos
atónitos color avellana” -el perro protagonista de la historia homónima de
Virginia Woolf, ni sesudo como Cipión y
Bergara los perros que Cervantes dotó de habla durante las noches para poder
contar sus experiencias con amos distintos del famoso Coloquio. No era capaz de
ver a la muerte (aunque no se sabe) como los fox terrier de La insolación, el cuento de Horacio
Quiroga. Acaso si, como Mister Bones, el perro que Paul Auster crea en su
novela Tombuctú, fue cambiado de
nombres al correr de los amos.
Definitivamente nadie lo elegiría para orbitar el espacio
como a la perra Laika, una vagabunda de las calles de Moscú que pasó a la
celebridad y a mejor vida en su breve viaje en el Spunik 2. Ni sería capaz de
guardar la puerta del Hades como el can Cerbero.
Como el Perro salchicha de María Elena le hubiera gustado
tomar solcito a la orilla del mar, si lo hubiera conocido, pero era un perro de
llanura, al que le quedaba lejos el océano y por eso no podía ponerse “sombrero
de marinero y ni siquiera un collar”.
Vícer era más bien un perro nacional y popular, un
siberiano que le gustaba husmear en la
basura y, en otros tiempos, había hecho cola en la puerta de las carnicerías
para ligar un hueso desplumado o una patada según el humor del carnicero y, no
muchas veces, se había mezclado con los
desarrapados perros vagabundos de la Terminal.
Hoy le dijimos adiós. Un desconsolado 26 de octubre de
2015.
1 comentario:
Cristina, mi emoción por el relato e Vicer..Tuve y tengo dos y cada despedida con cada uno me decía: No tengo más...pero mi amor por ellos pudo más
CELIA
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