domingo, 7 de febrero de 2021

 

Escribir en la infancia. Maestros de escritura

 

Por María Cristina Alonso

 En la soledad de una habitación un niño, una niña escriben. Cuentan cómo es el mundo que los rodea y al que recién comienzan a aventurarse. Dejan testimonio con frescura de recién llegado. Las escrituras infantiles que perduran por haberse publicado, en general, merodean el género del diario íntimo. El diario de vida es un refugio, un espacio donde se cuela la realidad  y donde  el escritor deja testimonio de las vicisitudes personales.


Ivonne Bordelois en un fascinante libro titulado La palabra amenazada escribe: “Nada más injusto que el nombre de in-fante, que significa que el niño no puede o no sabe hablar –como el soldado de infantería, llamado así porque carece de derecho a réplica. Todos sabemos que en innúmeros casos, es la frescura de una primera aproximación al lenguaje la que hace de los niños maestros del habla”.  Maestros del habla y, en muchos casos, maestros de escritura.

 A los 15 años, Arthur Rimbaud lee a escondidas de la madre Los miserables de Víctor Hugo y edita su primer poema “El aguinaldo de los huérfanos” en la revista “Revue pour tous” en enero de 1870. El poema habla de la tristeza de dos niños pequeños en una habitación fría el día de año nuevo. Se ha muerto la madre y evocan otros momentos del pasado en los que recibían juguetes y dulces. Es un poema triste. “Ya vuestro corazón lo entiende todo: /ellos no tienen madre./¡No hay una madre en casa y su padre está lejos!/ Una criada vieja se ha ocupado/ de los niños. Los pobres/ están solos en una estancia helada,/ huérfanos de cuatro años solamente,/ y he aquí que despierta/ en sus mentes un recuerdo alegre…”

 Carrera meteórica la de Arthur Rimbaud, una vida apasionada. A los 21 años da por finalizada su carrera de poeta y se convierte en traficante de armas, esclavos y marfil en el corazón de África.



Uvas amargas y cenizas 

Una niña de nueve años escribe en 1890 una novela en una libreta, con lápiz y con algunas faltas de ortografía. La titula The Young Visiters (Los jóvenes visitontos, lo escribe incorrectamente en inglés y esta es una traducción aproximada). Uno de los personajes dice “Sin ti, mi vida serán uvas amargas y cenizas”. El argumento se desgrana en torno a un triángulo amoroso en el que la niña ridiculiza a la aristocracia inglesa. La pequeña escritora se llama Daisy Ashford (Inglaterra 1871-1972), e inventa historias desde los cuatro años que, su padre, pasa en limpio respetando su peculiar gramática y su lenguaje. Es un relato cómico y agridulce. Les niñes tienen la capacidad de ser incisivos humoristas. Extrae sus argumentos de las novelas que sus hermanas dejan a mano. Y les pone su toque personal.

A los 14 años -en 1890- escribe su última obra, The Hangman’s Daughter, una historia de crímenes e identidades cambiadas. Después la internan en una escuela de monjas y deja sus cuadernos olvidados en la casa de la infancia.

 




Daisy no se dedicó a la escritura, se mudó a Londres y trabajó como secretaria hasta 1912, año en que murió su padre y tuvo que regresar al hogar para cuidar a la madre que murió en 1917. Al desmantelar la casa, Daisy encontró en un cajón lleno de polvo sus escritos infantiles. Por intermedio de una amiga llegó con el manuscrito a interesar a un editor y el libro Los jóvenes vistontes fue publicado en 1919. El famoso James Barrie, el autor de Peter Pan, escribió el prólogo. Obtuvo un éxito arrasador, se convirtió en una comedia musical y en una película.

En ese 1919, la gripe española hacía estragos y el público necesitaba un poco de humor. Lo dice el escritor y traductor Guillermo Piro en un artículo dedicado a la novela de Daisy: “A finales de 1919 nadie estaba de humor para grandes celebraciones. La I° Guerra Mundial y después la gripe española habían diezmado a la población y su capacidad de ver más allá de su propia tragedia. Hasta que una niña de nueve años recordó a todos los adultos lo estúpidos que eran, y con su inocencia, su candor, un sentido del humor endiablado, y un montón de faltas de ortografía publicó una novela, “Los jóvenes visitontes” que devolvió un poco de ligereza y felicidad a la vida.

 

Familia duarnte la gripe española, 1919


A pesar del éxito de su novela, Daisy no volvió a escribir. Intentó con una autobiografía, pero no pudo concretarla. La escritora había quedado en la infancia. Tuvo tiempo, hasta 1972 cuando murió a los 90 años, para recordar la época lejana en la que podía poner la lupa en el mundo que la rodeaba, descubrir lo que traman los adultos y además contarlo. Un tiempo en el que, la niña escritora aseguraba: “Me encantaban los días de lluvia porque eso significaba que me podía quedar en casa leyendo y escribiendo”.


Deseaba que no hubiera pianos en el mundo

Parecen ser los diarios, y no la ficción, el género que los niños y niñas prefieren. Un diario pensado como una especie de amigo invisible, alguien al que se le pone nombre, un lugar que es refugio y consuelo. 

Los niños y niñas que escriben diarios nos demuestran que esa inocencia que los adultos les atribuyen no es tan real. Que en la infancia se mira el entorno con más realismo del que puede suponerse y, al narrarlo, los pequeños escritores van dejando la marca de su mirada y su juicio al mundo adulto. 

¿Qué leemos en un diario íntimo? ¿Una obra de ficción, un testimonio, un documento escrito? Entre los géneros discursivos referenciales, en el que coinciden autor y narrador, el diario personal contiene anotaciones que se van haciendo a diario y que sitúan al autor en un determinado contexto histórico. 

Un diario de vida es un texto flexible, abierto a multiplicidad de discursos. En él tienen cabida dibujos, reflexiones, anécdotas cotidianas, fotos. Una manera de atrapar la vivencia que es tan frágil en la memoria y dejar testimonio de lo que se vive. 


“En la actualidad me levanto algo lento, ya que temprano hace bastante frío. Sin embargo, tenemos un mayo perfectamente verde. Si no fuera sordo, me levantaría temprano para escuchar al ruiseñor.” Escribe Otto van Eck a los 10 años en su diario, el más antiguo que se conoce escrito por un niño. Lo comenzó en 1790 y llegó a tener más de 1500 páginas, lo que lo convierte en el diario más completo escrito por un niño y que nos permite escuchar la voz de un chico del pasado, cuando la infancia no se pensaba como se la piensa ahora y los niños eran considerados adultos en miniatura.


Otto inició su diario a instancias de sus padres que pusieron en práctica una estrategia educativa de los pedagogos del siglo XVIII que recomendaba la escritura de un diario para acrecentar los conocimientos del niño y seguir de cerca su crecimiento. Por lo tanto Otto es un niño de la Ilustración, educado con las teorías pedagógicas de Rousseau.

 Sus padres esperaban escudriñar meticulosamente su educación a partir de esas páginas. El niño escribe sobre paseos a caballo, sus enojos con las hermanas menores y cuenta anécdotas, pero también nos informa extensamente sobre los progresos de su enfermedad.

Como todo niño, no puede ocultar su mal genio o sus comentarios desagradables. “Deseaba que no hubiera pianos en el mundo”, escribe en su diario cuando era obligado a repetir su práctica de piano. A pesar de ello, los críticos sostienen que el diario refleja el mundo optimista de la ilustración holandesa a través de los ojos de Otto. El diario se acaba en noviembre de 1797, cuando su salud empeora. Otto sufría de tisis y muere a los 18 años.

 Una chica de avanzada

 En ocasiones, la publicación del diario de un niño o joven a raíz  ocurre a raíz de su muerte. Es el caso del diario de  Marie Bashkirtseff (Imperio ruso 11 de noviembre de 1858 - París, 31 de octubre de 1884) que comenzó su diario a los 15 años y, cuyas 19.000 páginas fueron publicadas por su madre luego de su muerte por  tuberculosis, a  los 25. Fue pintora y escultora famosa. Su diario fue considerado un modelo en su género por Simone de Beauvoir. Una chica de avanzada para su época: “Lejos de querer ser un hombre estoy contenta con lo que soy. Mi manera de entender una mujer puede ser tan útil a su país y a la humanidad como un hombre, si solo hubiera (no hay) una diferencia en la educación. No puedo vivir ignorada y perdida en la multitud, tengo que distinguirme”, escribió Marie.

 

Su diario fue víctima de la censura de su madre. Retocó, edulcoró y suprimió pasajes –a su parecer- no eran convenientes para su reputación.

Aunque Marie llegó a exponer sus obras en el Salón de París y llevó una vida mundana, con viajes y visitas a estaciones termales cuando su salud comenzó a quebrantarse, no dejó de expresar sus ideas feministas: escribió artículos denunciado la discriminación que sufrían las mujeres a las que se le impedía formarse en L’Ecole des Beux-Arts.

 Después de la muerte de la madre pudo leerse el diario de Marie sin censuras. Sirvió de inspiración para otras escritoras que incursionaron en el género: Katerine Mansfield y Anais Nin.



Marie Bashkirtseff, En el estudio (1881). Bashkirtseff se ha retratado a sí misma como la figura central sentada en primer plano


Querida Kitty

Otra niña escritora tiene una vida breve. Mientras escribe su diario en “la casa de atrás” sueña con convertirse en escritora cuando termine la guerra, sin saber que ya lo es. Para que los abrumadores días pasen en el estrecho espacio que debe compartir con sus padres, hermana y una familia amiga, no deja de hacer observaciones sobre las relaciones cotidianas, la persecución a la que son sometidos los judíos durante el nazismo, las lecturas que hace, el despertar del amor adolescente, la esperanza de que algún día vuelva la paz. Una muchacha corriente que se convierte, sin saberlo, en la voz de seis millones de personas víctimas del Holocausto.

Es la mundialmente leída Ana Frank, que le escribe a Kitty, como llama a su diario. Lo hace durante el encierro voluntario para salvar la vida desde junio de 1942 hasta agosto de 1944, fecha en que los escondidos fueron detenidos y enviados a campos de concentración.

La niña pasó dos años escondida en el número 263 de la calle Prinsengracht, en Amsterdam. En extremas condiciones, con comida racionada y obligación de hacer silencio para no ser escuchada. En la parte delantera del edificio funcionaban las oficinas de la empresa donde trabajaba su padre, Otto Frank.



Los Frank eran una familia de comerciantes judíos alemanes que, con el triunfo del nazismo, habían emigrado a Amsterdam en 1933. Se creyeron seguros hasta que Hitler invadió Holanda. Todo lo va registrando la niña con precisión y conciencia de que está gestando un documento histórico. Desde las primeras restricciones hasta los acontecimientos que deciden desaparecer a la familia. 

“Querida Kitty- le cuenta Ana a su diario el jueves 9 de julio de 1942- Así anduvimos bajo la lluvia torrencial, papá, mamá y yo, cada cual con una cartera de colegio y una bolsa de la compra, cargadas hasta los topes con una mezcolanza de cosas. Los trabajadores que iban temprano a trabajar nos seguían con la mirada. En sus caras podía verse claramente que lamentaban no poder ofrecernos ningún transporte: la estrella amarilla que llevábamos era elocuente.
Solo cuando ya estuvimos en la calle, papá y mamá empezaron a contarme poquito a poco el plan del escondite. Llevaban meses sacando de la casa la mayor cantidad posible de muebles y enseres, y habían decidido que entraríamos en la clandestinidad voluntariamente, el 16 de julio.”


Su diario, fue hallado por Miep Gies -secretaria de Otto Frank quien los asistió durante el encierro- después de que la Gestapo detuvo a los habitantes de la casa y se convirtió en testimonio contundente de uno de los horrores más insoportables del siglo 20.

 

Te hablo de la guerra

 

La guerra es un suceso incomprensible, aún para los adultos que sabemos de cuánta crueldad es capaz el ser humano. Por eso los que más sufren en las guerras son los niños y niñas que deben atravesarlas. El sitio de Sarajevo fue uno de los más prolongados en la historia de la guerra moderna. Duró desde el 5 de abril de 1992 hasta el 29 de febrero de 1996, durante la guerra de Bosnia y Herzegovina cuando se desintegró la ex Yugoslavia.


Desde las colinas, una lluvia de fuego se batió sobre Sarajevo, los  francotiradores tomaron la ciudad y la vida se tornó insoportable.

 Zlata Filipovic (Sarajevo, 1980) había leído el diario de Ana Frank, tenía 12 años, y escribía en el suyo la vida cotidiana de una adolescente que va a la escuela, toma vacaciones con su familia, se encuentra con amigas.

 Pero de pronto la guerra irrumpe en su diario sin pedir permiso. El miércoles 23 de octubre de 1991 escribe: “En Dubrovnik ha estallado la guerra. Terribles bombardeos. La gente están en refugios, sin agua, sin luz. El teléfono está cortado. En la tele se ven imágenes horribles.”

 Escribir es el acto organizador en la vida de la adolescente. Y, al cabo de varias entradas, así como Ana llama a su diario Kitty, Zlata,  le escribe a Mimmy: “Dear Mimmy: ¿Recuerdas el 2 de mayo de 1992, el día más infernal de esta vida miserable? A menudo me digo que seguramente no era el día más duro sino el primero, el primero verdaderamente duro, y por eso lo recuerdo como el peor. No logro expulsar de mi cabeza el hedor del sótano, el hambre, los cristales que saltaban en pedazos por los obuses. Estuvimos doce horas sin comer ni beber; pero lo peor era el miedo, tener que permanecer pegados en un rincón del sótano si saber lo que iba a suceder.” Y más adelante, en ese diálogo que va trazando la escritura, el diario es interpelado y se convierte en refugio, en el lugar donde los acontecimientos del mundo se hacen propios: “Dear Mimmy, Yo no te hablo nunca de mí. Te hablo de la guerra, de la muerte, de las heridas, de obuses, de penas Y TRISTEZAS. Casi todos mis amigos se han ido. Pero incluso, si estuvieran aquí, ¿quién sabe si podríamos vernos? El teléfono no funciona, ni siquiera podríamos hablarnos.”




Zlata reflexiona y se sabe testigo de un acontecimiento y, en su registro diario se vuelve una crítica notable: “He vuelto a ver el mercado al ir a clase de música. A Sarajevo no le falta nada. La gente vende de todo para poder comer. No está bien robar cosas, pero todavía peor venderlas a cambio de divisas fuertes…Y hay que ver lo que comemos. Cuando se tiene hambre, vale todo. ¿Cómo vas a comprar un huevo que vale 5 marcos alemanes, o el chocolate a 20 marcos, las galletas a 40 marcos, el café a 120 marcos, etc? ¿Quién puede pagar eso? La gente común como nosotros, no. La gente común, como nosotros recibe un paquete, y ahora, para SOBREVIVIR se cultivan verduras donde y como sea. Las ventanas y los balcones se han convertido en huertas. En lugar de flores crecen lechugas, cebollas, perejil, zanahorias, remolachas, tomates y no sé cuántas cosas más.” 

El diario de Zlata comenzó a circular en fotocopias puesto que muchos consideraron que era un testimonio importante para que el mundo conociera lo que estaba sucediendo en las Balcanes. La prensa internacional lo difundió e interesó a una editorial francesa que lo publicó. Zlata junto a su familia, fue refugiada en París, a finales de 1993 con la ayuda de las fuerzas de la ONU y de las autoridades francesas gracias a la popularidad obtenida por su diario. 



“Ayer vino un equipo de la televisión canadiense con Janine para ver cómo aguantábamos esta locura de los bombardeos. Un hermoso gesto. Humano.(…) Y cuando vimos a Janine con los brazos cargados de provisiones, estallamos en sollozos. La gente humanitaria se preocupa por nosotros, piensa en nosotros, y gente inhumana quiere destruirnos. ¿Por qué? Siempre me hago la misma pregunta. ¿Por qué?” 

Voy a poner todas las órdenes que se han dado 

Una niña chilena, Francisca Márquez de 12 años también lleva un diario cuando Pinochet da el golpe de estado contra la Unidad Popular y sume a su país en un despiadado régimen militar. Se publicó recién en 2019. 

Así cuenta Francisca en su diario ese 11 de septiembre de 1973: 

"Son las 11:45 am. El ejército, la marina y la aviación han decidido echar a (Salvador) Allende y a sus ministros. Allende está en La Moneda y el ejército, la marina y la aviación le dijeron a Allende que se rindiera porque, si no se rendía, iban a atacar por tierra y por aire. Resultado: Allende no se rindió y bombardearon La Moneda". Y continúa: “"No he podido saber nada más porque por la radio no dicen mucho. En mi calle, todas las casas pusieron una bandera chilena en la ventana. Y unas personas sacaron una mesa para la calle. Y empezaron a dar café. En la esquina viven unos UP (Unidad Popular) y su casa está llena de personas UP. Ahora tenemos un nuevo gobierno. Junta militar de gobierno. Espero que todo llegue a ser como antes".




El diario de Francisca tuvo que esperar 46 años para salir a la luz cuando su autora, la antropóloga y académica de la Universidad Alberto Hurtado decidió publicar los textos que escribió desde agosto de 1973.

Entre dibujos, recortes de revistas y papeles de golosinas Francisca, va relatando los acontecimientos que terminaron con el derrocamiento de Salvador Allende y la instauración de un régimen de terror.




El relato escrito ese 11 de septiembre continúa así:

“Parece que el incendio en La Moneda es inmenso, porque desde mi ventana se ve el humo. El papá cree que Allende y sus ministros iniciaron el incendio y así pudieron arrancar por algún túnel secreto.

Voy a poner todas las órdenes que se han dado por el nuevo gobierno.

1. Está prohibido salir a la calle en grupos. A todos los que no obedezcan se les disparará.

2. No se podrá salir a la calle a partir de las tres de la tarde.

3. Los trabajadores no deben abandonar su trabajo. Se castigará al que lo haga.

4. Todos los extranjeros que estén ahí y no tengan sus papeles en orden deben presentarse en una comisaría.

5. No se deben hacer manifestaciones como: poner banderas en las ventanas, gritar en las calles, etc.

6. Prohibido portar armas de cualquier tipo.

7. Hay que quedarse en sus casas calmados y dejar que la Aviación, Marina y Ejército actúen.

8. Antes de las seis de la tarde deben estar todos los trabajadores, obreros o profesionales en sus casas.

Todo es bastante espantoso porque los bombardeos, los disparos y los aviones pasan a cada rato, igual el helicóptero.

A mí me da pena que maten o destierren a Allende, él pensaba solo en lo mejor para los pobres. Yo creo que Allende es bueno, y que puede pensar lo que quiere y hizo lo que creía mejor para Chile.”

 

Maestros del habla, como señala Bordelois, las escrituras infantiles desnudan un mundo que a veces, los adultos, no queremos ver.

 

 

 


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