Escribir en la infancia. Maestros de escritura
Por María Cristina Alonso
En la soledad de una habitación un niño, una niña escriben. Cuentan cómo es el mundo que los rodea y al que recién comienzan a aventurarse. Dejan testimonio con frescura de recién llegado. Las escrituras infantiles que perduran por haberse publicado, en general, merodean el género del diario íntimo. El diario de vida es un refugio, un espacio donde se cuela la realidad y donde el escritor deja testimonio de las vicisitudes personales.
Ivonne Bordelois en un fascinante libro titulado La palabra amenazada escribe: “Nada más injusto que el nombre de in-fante, que significa que el niño no puede o no sabe hablar –como el soldado de infantería, llamado así porque carece de derecho a réplica. Todos sabemos que en innúmeros casos, es la frescura de una primera aproximación al lenguaje la que hace de los niños maestros del habla”. Maestros del habla y, en muchos casos, maestros de escritura.
A los 15 años, Arthur Rimbaud lee a escondidas de la madre Los miserables de Víctor Hugo y edita su primer poema “El aguinaldo de los huérfanos” en la revista “Revue pour tous” en enero de 1870. El poema habla de la tristeza de dos niños pequeños en una habitación fría el día de año nuevo. Se ha muerto la madre y evocan otros momentos del pasado en los que recibían juguetes y dulces. Es un poema triste. “Ya vuestro corazón lo entiende todo: /ellos no tienen madre./¡No hay una madre en casa y su padre está lejos!/ Una criada vieja se ha ocupado/ de los niños. Los pobres/ están solos en una estancia helada,/ huérfanos de cuatro años solamente,/ y he aquí que despierta/ en sus mentes un recuerdo alegre…”
Carrera meteórica la de Arthur Rimbaud, una vida apasionada. A los 21 años da por finalizada su carrera de poeta y se convierte en traficante de armas, esclavos y marfil en el corazón de África.
Uvas amargas y cenizas
Una niña de nueve años escribe en 1890 una novela en una libreta, con lápiz y con algunas faltas de ortografía. La titula The Young Visiters (Los jóvenes visitontos, lo escribe incorrectamente en inglés y esta es una traducción aproximada). Uno de los personajes dice “Sin ti, mi vida serán uvas amargas y cenizas”. El argumento se desgrana en torno a un triángulo amoroso en el que la niña ridiculiza a la aristocracia inglesa. La pequeña escritora se llama Daisy Ashford (Inglaterra 1871-1972), e inventa historias desde los cuatro años que, su padre, pasa en limpio respetando su peculiar gramática y su lenguaje. Es un relato cómico y agridulce. Les niñes tienen la capacidad de ser incisivos humoristas. Extrae sus argumentos de las novelas que sus hermanas dejan a mano. Y les pone su toque personal.
A los 14 años -en 1890- escribe su última obra, The Hangman’s Daughter, una historia de crímenes e identidades cambiadas. Después la internan en una escuela de monjas y deja sus cuadernos olvidados en la casa de la infancia.
En ese 1919, la gripe española hacía estragos y el público necesitaba un poco de humor. Lo dice el escritor y traductor Guillermo Piro en un artículo dedicado a la novela de Daisy: “A finales de 1919 nadie estaba de humor para grandes celebraciones. La I° Guerra Mundial y después la gripe española habían diezmado a la población y su capacidad de ver más allá de su propia tragedia. Hasta que una niña de nueve años recordó a todos los adultos lo estúpidos que eran, y con su inocencia, su candor, un sentido del humor endiablado, y un montón de faltas de ortografía publicó una novela, “Los jóvenes visitontes” que devolvió un poco de ligereza y felicidad a la vida.
Otto inició su diario a instancias de sus padres que pusieron en práctica una estrategia educativa de los pedagogos del siglo XVIII que recomendaba la escritura de un diario para acrecentar los conocimientos del niño y seguir de cerca su crecimiento. Por lo tanto Otto es un niño de la Ilustración, educado con las teorías pedagógicas de Rousseau.
Sus padres esperaban escudriñar meticulosamente su educación a partir de esas páginas. El niño escribe sobre paseos a caballo, sus enojos con las hermanas menores y cuenta anécdotas, pero también nos informa extensamente sobre los progresos de su enfermedad.
Como todo niño, no puede ocultar su mal genio o sus comentarios desagradables. “Deseaba que no hubiera pianos en el mundo”, escribe en su diario cuando era obligado a repetir su práctica de piano. A pesar de ello, los críticos sostienen que el diario refleja el mundo optimista de la ilustración holandesa a través de los ojos de Otto. El diario se acaba en noviembre de 1797, cuando su salud empeora. Otto sufría de tisis y muere a los 18 años.
Una chica de avanzada
En ocasiones, la publicación del diario de un niño o joven a raíz ocurre a raíz de su muerte. Es el caso del diario de Marie Bashkirtseff (Imperio ruso 11 de noviembre de 1858 - París, 31 de octubre de 1884) que comenzó su diario a los 15 años y, cuyas 19.000 páginas fueron publicadas por su madre luego de su muerte por tuberculosis, a los 25. Fue pintora y escultora famosa. Su diario fue considerado un modelo en su género por Simone de Beauvoir. Una chica de avanzada para su época: “Lejos de querer ser un hombre estoy contenta con lo que soy. Mi manera de entender una mujer puede ser tan útil a su país y a la humanidad como un hombre, si solo hubiera (no hay) una diferencia en la educación. No puedo vivir ignorada y perdida en la multitud, tengo que distinguirme”, escribió Marie.
Aunque Marie llegó a exponer sus obras en el Salón de París y llevó una vida mundana, con viajes y visitas a estaciones termales cuando su salud comenzó a quebrantarse, no dejó de expresar sus ideas feministas: escribió artículos denunciado la discriminación que sufrían las mujeres a las que se le impedía formarse en L’Ecole des Beux-Arts.
Después de la muerte de la madre pudo leerse el diario de Marie sin censuras. Sirvió de inspiración para otras escritoras que incursionaron en el género: Katerine Mansfield y Anais Nin.
Marie Bashkirtseff, En el estudio (1881). Bashkirtseff se ha retratado a sí misma como la figura central sentada en primer plano
Te hablo de la guerra
Desde las colinas, una lluvia de fuego se batió sobre Sarajevo, los francotiradores tomaron la ciudad y la vida se tornó insoportable.
Zlata Filipovic (Sarajevo, 1980) había leído el diario de Ana Frank, tenía 12 años, y escribía en el suyo la vida cotidiana de una adolescente que va a la escuela, toma vacaciones con su familia, se encuentra con amigas.
Pero de pronto la guerra irrumpe en su diario sin pedir permiso. El miércoles 23 de octubre de 1991 escribe: “En Dubrovnik ha estallado la guerra. Terribles bombardeos. La gente están en refugios, sin agua, sin luz. El teléfono está cortado. En la tele se ven imágenes horribles.”
Escribir es el acto organizador en la vida de la adolescente. Y, al cabo de varias entradas, así como Ana llama a su diario Kitty, Zlata, le escribe a Mimmy: “Dear Mimmy: ¿Recuerdas el 2 de mayo de 1992, el día más infernal de esta vida miserable? A menudo me digo que seguramente no era el día más duro sino el primero, el primero verdaderamente duro, y por eso lo recuerdo como el peor. No logro expulsar de mi cabeza el hedor del sótano, el hambre, los cristales que saltaban en pedazos por los obuses. Estuvimos doce horas sin comer ni beber; pero lo peor era el miedo, tener que permanecer pegados en un rincón del sótano si saber lo que iba a suceder.” Y más adelante, en ese diálogo que va trazando la escritura, el diario es interpelado y se convierte en refugio, en el lugar donde los acontecimientos del mundo se hacen propios: “Dear Mimmy, Yo no te hablo nunca de mí. Te hablo de la guerra, de la muerte, de las heridas, de obuses, de penas Y TRISTEZAS. Casi todos mis amigos se han ido. Pero incluso, si estuvieran aquí, ¿quién sabe si podríamos vernos? El teléfono no funciona, ni siquiera podríamos hablarnos.”
Entre dibujos, recortes de revistas y papeles de golosinas Francisca, va relatando los acontecimientos que terminaron con el derrocamiento de Salvador Allende y la instauración de un régimen de terror.
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