miércoles, 21 de mayo de 2008

Ojalá es una buena palabra para vivir


Terminé de leer Ojalá Octubre de Juan Cruz Ruiz a la una de la madrugada, sentada en la cocina de casa, y las últimas palabras siguieron resonando en la noche silenciosa. “Me gusta tanto este mes que ojalá siempre fuera octubre”cita el autor una frase de Truman Capote, y agrega, “yo sentí ese escozor íntimo, sexual, perfecto, de un instante de felicidad. Pero la felicidad siempre desata otra congoja”.
Ojalá octubre es un libro autobiográfico: un hombre habla del padre desde la mediana edad, cuando ya empieza a parecerse a la última imagen que guarda de él. En ese recuerdo no hay idealización, se retrata a un hombre con la vida deshilvanada, acosado por la falta de dinero, con el cinturón por debajo de la cintura, siempre yendo hacia la próxima cosa, un padre humano, como el de cualquiera, como el mío.
La narración va tejiendo detalles de esa vida, en círculos, volviendo al mismo punto, recordándonos que la vida está hecha de pura fragilidad y que la felicidad es inasible y hasta la palabra ojalá se nos termina en algún momento porque frente a la muerte ya no hay nada que desear.
Y termino el libro de Juan Cruz –tan entrañable porque es la novela de alguien que se va desnudando, que va desplegando capa a capa la memoria de la infancia, la va descubriendo para encontrar al padre porque al hacerlo se encuentra a sí mismo- en una noche terrible de domingo. He recibido la noticia de que ha muerto una alumna de mi colegio en un accidente. Una niña que se muere en un accidente en una calle de pueblo, porque sí, por azar o mal cálculo, porque se le cruzó un auto. Así de frágil e inconsistente es nuestra vida. La noticia y la novela me han transmitido la misma sensación: todo es tan absurdamente provisorio. Un hombre, el personaje de la novela, que no puede detener un minuto de felicidad, que desea la permanencia de un momento que se extingue (Ojalá es una buena palabra para vivir, pero también una incertidumbre), una alumna que ha muerto y la sensación de quedar temblando en el abismo de la noche.

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